Series digitales y Justicia Transicional: Patria (Parte 3)

Series digitales y Justicia Transicional: Patria (Parte 3)

Por: Daniel Albarracín

La última serie con la cual cierro este tríptico de reflexiones y recomendaciones, se desarrolla en un contexto mucho más cercano en tiempo y espacio al contexto Colombiano. “Patria”, disponible en HBO, es la adaptación para televisión –streaming- de la novela del mismo nombre escrita por Fernando Aramburu, y en ella se hace un relato sobre el impacto del conflicto armado y político en el País Vasco.

La historia se desarrolla en la localidad de Guipúzcuo en la “Euskadi profunda” en la cual el grupo armado ETA tenía una amplia actividad militar y acogida social. Esta historia aborda un elemento que las anteriores series no habían tratado (ciertamente no lo pueden abordar todo), y son los lazos comunales y familiares que se transforman a calor de los conflictos armados. Esta vez, la amistad entre las familias protagonistas se ve rota por las amenazas y posterior asesinato de Txato Lertxundi (transportista) y la captura de Joxe Mari (integrante del ETA).

El relato inicia con la declaración en 2011 de ETA en la que anuncia el cese definitivo de su actividad armada, lo cual permite a Bittori –viuda de Txato- poder buscar la verdad sobre la muerte de su marido. El egreso de Bittori a Guipúzcio, no es bien recibido por los habitantes del pueblo, incluido el párroco y su antigua amiga (Miren) por miedo a abrir la heridas del pasado. En su proceso de búsqueda de la verdad, se van sumando fragmentos de los “años de plomo” que sacudieron a España.

Si bien esta serie no contó con la participación de la televisión pública en su producción, especialmente al ser la adaptación de una novela (best seller en su momento) deja a la audiencia extranjera una mirada muy especial de las fracturas sociales que generan los conflictos armados, las incoherencias de los grupos armados al largo plazo, la represión institucional sin distinción alguno. Pero sobre todo lo que genera la ausencia de un proceso de negociación que deja en el limbo a las víctimas y los victimarios frente a sus derechos y responsabilidades.

Ciertamente ETA, a pesar de contar en diferentes momentos con representaciones políticas electorales (Herri Batasuna) y de los diferentes intentos  de lograr una negociación política –de casi en todos los gobiernos democráticos-, lo cierto es que ETA tuvo una disolución unilateral. La posibilidad de una victoria armada se fue haciendo cada vez menos posible, y el “tren de la historia” los dejo como un “grupo terrorista” al margen de las posibilidades políticas españolas del siglo XXI.

A las heridas de la dictadura franquista se le suman las de ETA, ambas son una caja de pandora para la política y sociedad española igual o más polarizada que la colombiana; especialmente por grupos de extrema derecha como VOX (admirado por políticos del Centro Democrático) que atacan toda posibilidad de búsqueda de la verdad que no se ajuste a su versión de la historia. En ese contexto una serie como “Patria” puede ser una lección de historia, muy sutil, para quienes no lo vivieron o un recordatorio no tan agradable para quienes vivieron eso años tan difíciles y sangrientos.

Para el contexto Colombiano, esta serie nos permite valorar la importancia de una salida negociada al conflicto armado y sobre todo de contar con un como el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SIVJRNR); que entre sus retos y críticas generará unos aportes fundamentales para las víctimas y la sociedad en general. Elementos que no se aplicaron para los grupos guerrilleros que se desmovilizaron a en vísperas de la Constitución de 1991, y cuyos actos quedaron sepultados en un indulto generalizado.

Actualmente el SIVJRNR y la implementación del Acuerdo son fruto de un cambio en la relación de fuerzas entre las FARC y el Estado colombiano, y de una apuesta por una participación política-electoral por parte de los exguierrilleros. Pero con las disidencias de las FARC, el ELN, los reductos del EPL y otros grupos armados no se ve pronto una salida negociada (elementos de la próxima columna).

Con esta tercera columna cierro un ciclo especial de reflexiones sobre ciertos acercamientos –audiovisuales y comerciales- a partir de tres momentos y contextos especiales por su crueldad y que nos pueden aportar en gran medida como sociedad en un proceso de transición. Ya veremos cuando nos toque la oportunidad de relatar nuestra historia en estos formatos digitales, y la manera en que nos representaremos o nos representarán.

*Miembro dirección de Construcción de Paz

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Series digitales y Justicia Transicional: Patria (Parte 3)

Series digitales y Justicia Transicional: Black Earth Rising (Parte 2)

Por: Daniel Albarracín 

Si el “Tribunal Militar Internacional para el Lejano Este” nos dejó con una sensación de la complejidad que significo para las naciones aliadas construir un proceso judicial tan novedoso para juzgar a los máximos responsables del imperio nipon en la década de los 40’s, la historia de “Black Earth Rising” es aún más profunda.

Esta serie de 2018, disponible en Netflix, es una coproducción entre BBC two (nuevamente televisión pública) y Netflix, en la que se desarrolla la historia de Kate Ashby, una investigadora legal (abogada investigadora) británica nacida en Rwanda y adoptada por una prestigiosa abogada (o Barrister, en lenguaje jurídico) que se desempeñaba ante la corte penal internacional de La Haya.

En 8 capítulos, muy intensos, se va develando de manera personal los diferentes elementos de la compleja historia del genocidio de 1994. Si bien el pico de la confrontación interétnica duro 100 día con el genocidio de gran parte de la etnia Tutsi (minoría) por parte de los Hutus (mayoría), tras el asesinato del presidente y dictador Juvénal Habyarimana.

El inicio de juicio contra Simon Nyamoya (exjefe militar Tutsi) abre un debate sobre el rol de la Corte Penal Internacional y las críticas a la poca responsabilidad sobre las antiguas metrópolis como Francia o Bélgica ante los horrores de 1994. El asesinato de Eve Ashby, madre de la protagonista, desencadena una búsqueda por parte de Kate sobre la verdad acerca del genocidio y de su historia personal.

Los episodios más dolorosos son personificados por animaciones que permiten representar con una debida sutileza tales momentos, normalmente relatados por los propios sobrevivientes. En cada episodio se va agregando una capa de tensión que mantiene al espectador tratando de comprender el rompecabezas que involucra a ONGs, a Naciones Unidas y a los Estados Unidos; por cierto uno de los pocos países que no ha firmado ni ratificado el Estatuto de Roma.

La búsqueda de la protagonista le permite confrontar los demonios de su historia de vida, abordar las complejidades del posconflicto y las heridas que dejó tanto el periodo colonial como las luchas interétnicas; incluyendo su propio origen en uno de los campamentos de refugiados tras los 100 días del genocidio.

A diferencia de “El proceso de Tokyo” que está centrado en las deliberaciones jurídicas de un tribunal de vencedores, en este caso se trata de la reconciliación y la construcción de una verdad a partir de versiones fragmentadas y dolorosas, con una carga personal importante. No se trata de una visión binaria básica “de blancos contra negros” o “buenos contra malos”, sino de la naturaleza humana y la capacidad autodestructiva que puede lograr.

Vale anotar que Ruanda tras el genocidio vivió (a principios de 1994) inició un proceso de justicia transicional ad hoc a partir del Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR), patrocinado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas desde finales de 1994. El TPIR tiene una estructura y finalidad similar al tribunal para la exYugoslavia, y permitió la condena de 35 militares y políticos vinculados con el genocidio a cadenas entre los 15 años y la cadena perpetua.

El poder de la memoria, en este caso más que el de la justicia tiene un poder de cambio y transformación tanto individual, para la protagonista, como para la sociedad Ruandesa que ha sido ejemplo de una gran capacidad de resiliencia y transformación. La invitación es acompañar a Kate en la búsqueda de la verdad de su pasado, una travesía en la que los relatos de la población tienen voz, protagonismo y muestran de manera humana lo que sucedió. 

Una travesía que en Colombia no es fácil, pues el mecanismo que surge del Acuerdo de Paz la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad ha tenido asignada una labor titánica en muy poco tiempo, y con diferentes dificultades (entre ellas la muerte de dos de sus Comisionados). Por lo cual, al concluir su mandato a final de este año quedará el Centro Nacional de Memoria Histórica en cumplimiento de ley 1448.

Así mismo, el caso de Ruanda destaca por la transformación social que tuvo el país tras el genocidio al punto de ser un referente no solo en temas de posconflicto sino a nivel económico en el continente africano. El lograr una convivencia pacífica que logre gestionar los diferentes conflictos y prevenir las diferentes formas de violencia, es realmente la paz-positiva.

*Miembro Dirección de Construcción de Paz 

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Series digitales y Justicia Transicional: Patria (Parte 3)

El 2021 en tres temas ambientales

Por: Marcela Ángel y Daniel Albarracín

 

El 2021 inicia con el creciente impacto de la pandemia del COVID-19 y las sucesivas olas de contagios y muertes en todo el mundo. Pero a pesar de las medidas de confinamiento, la desaceleración económica global, y el impacto demográfico de la pandemia los problemas ambientales no se detuvieron. Las imágenes de la breve recuperación de la vida silvestre fueron cosa de unos titulares pasajeros. Desde la perspectiva ambiental, hay tres temas que merecen seguimiento durante este año: a escala nacional, los conflictos socio-ambientales relacionados a la conservación; a escala regional, la deforestación de la Amazonia y otros bosques de gran valor ecológico, cultural y social; y a escala global, las crisis climática y de biodiversidad y la posición de la nueva administración Biden frente a los temas ambientales.

Con la reciente publicación de la “Guía para la Planificación de todas las categorías del SINAP” se dió un paso significativo en la modernización de la política sobre áreas protegidas, las cuáles representan 30 millones de hectáreas (es decir el 16% de la superficie terrestre y 14% de la cobertura marítima de Colombia). La implementación de esta guía, así como la nueva dirección de Parques Nacionales Naturales (PNN), se enfrentan a retos interconectados en el territorio como los conflictos socio-ambientales en ciertos ecosistemas estratégicos (como Santurban o Sierra Nevada), la falta de coordinación entre las entidades territoriales para la planeación, el licenciamiento y control ambiental, las seguridad de los líderes sociales, y las actividades económicas irregulares (minería ilegal y cultivos de uso ilícito), así como la ocupación histórica de comunidades campesinas y otros actores (legales e ilegales) en zonas de estabilización de la frontera agrícola que constituyen importantes focos de deforestación.

La conservación y el uso de áreas naturales no deben ser antagónicas con procesos de aprovechamiento sostenible como el turismo, la agroforestería u otros negocios verdes. Por el contrario, el uso y aprovechamiento puede generar grandes sinergias con la conservación, pero este es un balance delicado que debe estar soportado por la ciencia, el adecuado manejo ambiental, y la participación de las comunidades locales y étnicas, sobre todo indígenas y afrodescendientes que tienen presencia en 26 de estas áreas. Es por esto que en 2021, la implementación de los nuevos lineamientos de áreas protegidas debe estar acompañada de decisiones coherentes con respecto a la aspersión aérea sobre cultivos de uso ilícito con glifosato, los planes piloto de explotación de hidrocarburos vía fracking, y el trámite legislativo frente al Acuerdo de Escazú. 

El segundo tema que no deja de ocupar a investigadores y activistas ambientales es la acelerada deforestación de los bosques del Pacífico, la Sierra Nevada de Santa Marta, y la Amazonía. Particularmente en el frente Amazónico, por la falta de resultados por parte de las autoridades de los países amazónicos y las alertas sobre el riesgo de alcanzar un punto de no retorno ecológico. La presión de ciertos sectores económicos como la ganadería, la agricultura a gran escala, y proyectos de infraestructura continúan depredando el ecosistema. La Amazonía está llegando a un nivel de degradación con el cual se podría alcanzar un punto de inflexión y desencadenar una transformación ecológica. Lo que sucede dentro y fuera de nuestros límites fronterizos tiene impactos sobre el ecosistema que podrían desencadenar circuitos de retroalimentación que llevarían a la transformación de grandes áreas de bosque tropical a sabana.

La falta de un trabajo multilateral por parte de los países amazónicos y las posiciones pro-industriales de presidentes como Jair Bolsonaro, también denominado el capitán motosierra, son alarmantes frete a las necesidades de protección. Lo cierto es que de no reconocer los costos de conservación y el rol de las comunidades locales para detener los procesos de deforestación del bosque Amazónico, los impactos en la región y a nivel global serán sin precedentes en cuanto a la pérdida de biodiversidad, la afectación en los procesos de regulación climática y la pérdida de bienes y servicios ambientales, además del deterioro cultural, social y los medios de vida de las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas del Amazonas. 

El último elemento que merece atención es la nueva presidencia de Estados Unidos, y los cambios que esta traiga a la agenda climática internacional y con respecto a las prioridades de cooperación con América Latina, dónde las agendas internacionales de cambio climático (UNFCCC for sus siglas en inglés) y diversidad biológica (CDB) están estrechamente relacionadas. Ciertamente las metas del Acuerdo de París dependen de la vinculación de los países que generan la mayoría de las emisiones causantes del cambio climático, como el mismo Estados Unidos, y su retorno al acuerdo de Paris es motivo de celebración. La administración Trump significó retrocesos en múltiples procesos de regulación ambiental en pro de una agenda conservadora y populista. Biden, como candidato, propuso una meta de cero emisiones netas para el 2050 y un plan ambisioso para alcanzarla. En sus primeros días en la Casa Blanca, Biden ha comezado a reestablecer muchas de las políticas ambientales a través de un tren de ordenes ejecutivas. 

La necesidad de cumplir los compromisos internacionales frente al cambio climático y las promesas de campaña implicarán transformaciones sin precedentes, lo cual tendrá efectos geopolíticos en las relaciones entre actores como la Unión Europea, China y otros países altamente industrializados y con repercusiones para América Latina. Dejar a un lado la dependencia de hidrocarburos (especialmente los no convencionales vía fracking) así como planear la transición justa hacia una economía baja en carbono es cuestión de tiempo. Los países que se queden atrás se verán privados de las oportunidades económicas y ventajas competitivas de quienes se muevan rápidamente en esta dirección. Además de la clara urgencia del presidente Biden para enfrentar la crisis climática a nivel global, se suman los llamados de un grupo de exfuncionarios de alto nivel para proteger el Amazonas a través de recursos, acuerdos comerciales, regulaciones financieras y compromisos corporativos. En este nuevo panorama, Colombia tiene la oportunidad de consolidar su liderazgo ambiental en la región, pero para lograrlo se requiere fortalecer una serie de alianzas estratégicas y redefinir la agenda de cooperación con el gobierno Biden.

El año que tenemos por delante, podría sentar las bases para un futuro más sostenible, equitativo, regenerativo para los ecosistemas y determinante para la estabilidad climática y la biodiversidad a través de una agenda ambiental robusta a nivel nacional, regional e internacional. Desde la dirección de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de AlCentro le estaremos haciendo seguimiento a estos temas y otras problemáticas ambientales en el 2021 para aportar desde el debate público, la investigación, y la propuesta de alternativas de soluciones a las apuestas por nuevos modelos de prosperidad positivos para la naturaleza y la sociedad.

 

 

*Directora de Medio Ambiente y Sostenibilidad

* Miembro dirección de Construcción de Paz

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Series digitales y Justicia Transicional: Patria (Parte 3)

Series y la Justicia Transicional: Tokio Trial (Parte I)

Por: Daniel Albarracín

En estos tiempos difíciles de confinamiento el consumo de contenidos digitales se ha disparado como nunca antes, y los servicios de streaming tiene cada vez un catálogo más amplio de producciones de todo tipo. Si bien en el cine y la televisión el tema de la guerra se ha presentado de muchas maneras, existen unas producciones recientes que aborda de manera diferente un tema esencial para Colombia como lo es la justicia transicional.

En una serie de tres columnas, siendo esta la primera, quiero reflexionar sobre tres series que recientemente he visto y que además de entretenidas nos permitiría pensar a partir de casos internacionales sobre nuestra realidad. En su orden son “El proceso de Tokio” (Tokyo Trial) que abordare en esta columna, “Black Earth Rising” para la siguiente columna y “Patria” como cierre.

“Tokyo Trial” es una serie canadiense de 2016, disponible en Netflix, producida por NHK (televisión pública japonesa) y FATT Production (coproductora Neerlandesa) que relata en 4 capítulos un drama histórico sobre el “Tribuna Militar Internacional para el Lejano Este”. Este Tribunal, que funcionó desde 1946 tenía por objetivo juzgar a los jefes militares y políticos de derrotado imperio japonés tras la derrota nipona en 1945.

“El Proceso de Tokio” fue el “hermano menor” de los Juicios de Núremberg contra los dirigentes, funcionarios y colaboradores del régimen Nazi del Tercer Riecht; en ambos casos el proceso fue realizado por las naciones victoriosas. En el caso del Tribunal para el Lejano Este, los once jueces provenían de Australia, Canada, China, Francia, India, Paises Bajos, Nueva Zelanda, Filipinas, la Unión Soviética, Reino Unido y Estados Unidos.

La forma en que se integran las perspectivas y tradiciones jurídicas, los intereses individuales y políticos de cada uno de los jueces así como de las naciones que representan y la interpretación que se dieron a los tres cargos es sumamente enriquecedor; y que daría para una serie mucho más extensa sobre todo a consideración de los más expertos en el tema.

Lo cierto es que la forma en que se teje la historia lejos del patriotismo y heroísmo de otras producciones, nos acerca a las reflexiones de los diferentes jueces y los argumentos que les llevan a las sentencias sobre los 28 juzgados en los tres cargos: Clase A o “Crímenes contra la paz”, Clase B o “Crímenes convencionales de Guerra” y clase C o  “Crímenes contra la humanidad”.

Así mismo deja entre ver elementos como el colonialismo, considerando que varios jueces hacían parte de colonias británicas, y la delgada línea entre justicia internacional (aún lejos de la justicia transicional) y la venganza de los vencedores. Y ni hablar sobre la omisión de la revisión de los crímenes de las potencias y ejércitos aliados, comenzando con las bombas atómicas de Iroshima y Nagasaki.

En últimas es una miniserie, que como otras, da en el clavo con un par de capítulos muy bien desarrollados y deja la sensación de saber más al respecto. Ciertamente en esta serie y los acontecimientos que busca retratar nos dejaran elementos para pensar en estos días de tras vacaciones, encierros y reflexión.

Reflexiones sobre la labor de la justicia transicional, ya no de vencedores sobre vencidos sino de unas partes que acordaron (FARC y el Estado Colombiano) buscar una solución de negociada al conflicto armado. La constitución de un tribunal reconocido por ambas partes, y con el aval internacional, implica una apuesta para satisfacer los derechos de las víctimas en clave de justicia transicional.

Así mismo, la serie nos deja pasajes de las deliberaciones e incluso contradicciones al interior del tribunal, como también las críticas y maniobras externas para ajustar las decisiones judiciales a ciertos intereses. Situación que se vive día a día con la JEP y en su momento con Justicia y Paz. Pero ciertamente el panorama de aquel tribunal internacional y el de ahora, ha permitido la evolución del derecho internacional, la maduración de los mecanismos transicionales y en especial de los derechos de las víctimas.

*Miembro Dirección de Construcción de Paz

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Comunicado #14

Series digitales y Justicia Transicional: Patria (Parte 3)

A 4 años del Acuerdo de la Habana, la agenda política que esperanza a Colombia: es la Paz.

Por: Jorge Forero

“Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz” Estanislao Zuleta

El camino para la construcción de paz en los 200 años de vida republicana en Colombia se encuentra atravesado por el anhelo tropical del consolidar un Estado-Nación, que bien podría ser plurinacional como se viene construyendo en Bolivia, por la gran diversidad étnica, territorial y de pueblos que existe en el país. Los contenidos del Acuerdo de Paz que culminaron en 2016, reflejan los límites de la democracia colombiana y la incapacidad de las élites de hacer cumplir la Constitución Política que rige el país, derivada precisamente de otro acuerdo de Paz en Colombia, el que se dio en su momento con el M19, el Quintín Lame y parte del EPL.

Del ultimo conflicto armado, el que derivó de violencia bipartidista y los límites a la consolidación de la agenda democrática de corte socialista liberal que inspiraba Jorge Eliecer Gaitán y la posterior conformación de las guerrillas de las FARC-EP y el ELN , aún no nos recuperamos. Que hace 4 años por una pequeña diferencia el plebiscito sobre el Acuerdo de Paz de la Habana se hubiera perdido en medio de una campaña de mentiras, temor y desprestigio de lo acordado, liderada por el hoy partido de gobierno y del jefe de estado, reflejó los miedos de millones de colombianas/as a pensar, sentir y soñar que la paz sí es posible. La gran lección la dieron las víctimas y los territorios más afectados por la guerra que masívamente votaron por el Sí, empujando la esperanza.

Ahora bien, el impulso que se dio a seguir con lo acordado, luego de las movilizaciones masivas a nivel nacional e internacional, incluyendo la de las nuevas ciudadanías, los movimiento sociales, la comunidad internacional y especialmente la de jóvenes soñadores con otra Colombia posible, fue fundamental. También lo fue la decisión política de incluir las propuestas de modificaciones de quienes se abanderaron la victoria del NO en el plebiscito, y que derivo en la firma del Acuerdo Final de Paz del 24 de noviembre de 2016 en Bogotá.

Este hecho político a favor de limitar la narrativa de la guerra, de volver a hablar de paz y de impulsar una mirada integral a los territorios más afectados por la guerra, de parar los fusiles y humanizar los rostros de los alzados en armas, de los hospitales militares libres de amputados y heridos de guerra y de la tranquilidad de sus familias, inspiro en los primeros 2 años de la firma muchos cambios. Las elecciones de 2018 al Congreso demostraron apertura política con la elección de una importante bancada multipartidista a favor de la agenda de paz, así como las presidenciales disputaron una alternativa a las élites, que finalmente juntaron sus maquinarias con la elección de Duque. Luego las elecciones regionales de 2019 consolidaron esa mirada hacia una agenda de paz con justicia social y en las más importantes ciudades capitales y en varios departamentos y alcaldías, ganaron candidaturas alternativas.

Si bien, la agenda para la implementación que firmó Santos estaba ya débil y no se construyeron bases sólidas, en especial en materia de financiación y de nueva arquitectura institucional para la paz, claramente con la llegada de Duque y el Uribismo la implementación de lo acordado quedó aún más desfinanciada y sin prioridad. La incapacidad de Duque de resolver la violencia en los territorios más afectados por la guerra, su agenda ultra conservadora y el tratamiento a la diferencia política y la protesta social, tiene el anhelo de paz en su peor momento. 

Inspira sin embargo, la gran movilización social y popular a favor de la implementación de lo acordado en 2016, de más y mejor educación como las del 21N del año pasado, de la MINGA y el encuentro con nuestra identidad indígena, campesina, negra, manifestaciones que han dejado un mensaje de cambio sembrado. Es importante la solidaridad y rechazo de la muerte de los líderes sociales por parte de los medios masivos de comunicación, que va haciendo posible salir de la fiesta de la narrativa de la guerra, y alegran los ojos bien abiertos y exigencia al cumplimiento de lo acordado del Sistema de Naciones Unidas incluyendo su Consejo de Seguridad y de todas las embajadas en el país. Inspira el trabajo de la Comisión de la Verdad, de la Justicia Especial para la Paz y de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por desaparecidas, que a pesar de los ataques, esta haciendo un trabajo con y para las víctimas. Pequeños grandes pasos para la reconciliación del país, y poder pensar la construcción de paz como horizonte de país, más allá de los acuerdos o de quienes los firmaron. 

Para las elecciones presidenciales y de congreso de 2022, la paz seguirá en la agenda, será protagonista hablar del cumplimiento de lo acordado en 2016 y de sentar en la mesa al ELN y otros actores armados y para fortuna de la espiral del tiempo, completaremos entonces una década hablando de fin del conflicto armado, aquella que empezó con el inicio de las conversaciones en la Habana con las FARC-EP. El camino es aún largo como lo ha sido el anhelo de paz en el país, pero convencidos hay que decir que estamos mejor que hace una década y mucho más conscientes que hace 2 décadas dónde ante el fracaso de la paz de Pastrana y Marulanda, el país eligió con pasión el fin de la guerra, con más guerra. 

*Director de Construcción de Paz

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