Por: David Luna
dluna@mit.edu
De Luis Carlos Galán aprendí el principio fundamental con el que por tanto años he ejercido el servicio público. Galán decía que la política era el arte de servir a los demás mas nunca la actividad para servirse a uno mismo. Hoy quiero llamar la atención sobre él. Quiero recordarles a muchos líderes cual es la razón por la que hacemos política, y mejor aún, quisiera lograr abrirle los ojos a la gente para que evalúen a quienes los representan: ¿Sus líderes sirven a la gente o tienen a la gente a su servicio?
Esto que parece lógico, en nuestro país lastimosamente no lo es. Hay quienes llegaron a la arena política pensando en hacerse ricos, y a esos les digo que se equivocaron de oficio. Hay otros que vinieron para gestionar sus propios negocios, y a esos los responsabilizo por condenar al país al atraso. Aunque parezca mentira, otros se hicieron elegir porque les seduce el poder, el mando, que les rindan pleitesía, les abran la puerta, los lleven y los traigan. De esos ni qué hablar, son una grandísima vergüenza.
Ser servidor público no es un trabajo más. Es un trabajo que se hace con honor, con valor, con amor. La política no es una condición hereditaria, no es de castas, la política no es un status, la política es una vocación. La política no alimenta egos, alimenta el alma.
Los líderes y funcionarios del Estado deben ser conscientes de que el único poder que tienen es el de impactar positiva o negativamente en la vida de un ciudadano. Hacer política no es fácil, se necesita tener vocación; porque tomar decisiones en la administración pública no es fácil, porque para construir sobre lo construido se necesita humildad, porque para entender que el único jefe de un político es el ciudadano, se necesita mantener la cordura y no dejarse embriagar por el poder.
Todos los días vemos peleas insoportables en redes sociales, la radiografía de un país muy polarizado. Cuando uno analiza a fondo la situación se pregunta: ¿Los líderes están trabajando o están dividiendo? El uno le dice al otro, el otro difama del otro, se sacan los trapos sucios y los ciudadanos mientras tanto en la mitad; intentan escoger un bando mientras que los políticos se montan un espectáculo para seguir figurando y los colombianos nos vamos distanciando los unos de los otros, casi en esquinas diferentes, no toleramos a ningún “ista” de la otra orilla. ¿Qué locura es esta? ¿Cuál es la verdadera gestión de estos políticos fuera de ponerlos a pelear? ¿La hay?
Peor aún, llegamos al punto que el Estado está al servicio de un partido político, quieren “castigar” a quienes no piensan como ellos y entonces exigen que remuevan de los cargos en entidades públicas a quienes en algún momento han expresado su desacuerdo o una visión ideológica diferente. El Estado no es un fortín, es un sistema para mejorar la vida de la gente, dejarlos sin trabajo es mezquino y desalmado.
Los invito a reflexionar. Analizar, ¿Eso es lo que se quiere de los políticos? ¿En qué les han cambiado la vida con sus decisiones? No vale la pena seguir apostando por quienes nunca han mostrado un resultado distinto a ponerlos a su servicio para alimentar sus propios intereses. A esos, ni voltearlos a mirar.
Ahora que tengo su atención: Mi solidaridad con la familia de Legarda. No vale la pena ni siquiera pensar en el porte de armas, nos indignamos con lo que sucede en otros países pero ni siquiera podemos aprender lecciones de nuestra propia historia.