Por: David Luna
dluna@mit.edu

Colombia no es un juego, tampoco una película de héroes y villanos, y por creernos que estamos en una, nos estamos perdiendo oportunidades y tiempo por simplemente no querer reconocer los aciertos de los antecesores o contendores.

Pongamos un ejemplo: necesitamos construir un edificio de cinco pisos, pero cada cierto periodo de tiempo debemos cambiar al maestro de obra. Si cada vez que llega un maestro nuevo derrumba todas las bases y adelantos logrados ¿Cuándo creen que terminaríamos de levantar la edificación? Así es, nunca. De la misma manera pasa en el desarrollo de políticas públicas y programas de Estado, si no construimos sobre lo construido seguramente nunca lograremos cerrar la brecha.

Poner en práctica este simple principio puede mejorar la situación del territorio colombiano. Varios casos podemos destacar a lo largo de los distintos gobiernos. En Bogotá, por ejemplo, Antanas Mockus tomó la determinación de prohibir el porte de armas, Enrique Peñalosa le dio continuidad a esta medida, Luis Eduardo “Lucho” Garzón la fortaleció, Gustavo Petro la mantuvo y esto, entre otras cosas, es lo que ha permitido disminuir la tasa de homicidios en la capital del país.

Un sector que siempre ha predicado este principio es el de las TIC (Tecnologías de la Información y la comunicación), por eso ha sido siempre un referente importante a nivel mundial. La conectividad se convirtió en una política de Estado y no de Gobierno. Así fue como Colombia ocupó el primer puesto entre 58 países en el índice “Affordability Drivers Index” que mide el avance de los países hacia un Internet al alcance de toda la población.

En materia de fibra óptica, el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez logró conectar los primeros 200 municipios, el presidente Juan Manuel Santos continuó el trabajo y ocho años más tarde alcanzó a conectar la totalidad de los municipios de Colombia.

Aún falta que internet llegue a más hogares, y el actual presidente Iván Duque trabaja en dicha labor, pero no hay que dejar de reconocer que esto es hoy posible gracias a un esfuerzo que se ha hecho durante años por parte del Estado y, por supuesto, de parte de los colombianos que a través de sus tributos lo han hecho posible.

Estos son casos de éxito y debemos seguir apostándole a las buenas decisiones. La evolución no se logra desechando lo que sirve, sino potenciando lo que ya hay hecho para ser mejor. Los líderes y funcionarios del Estado deben ser responsables en sus determinaciones porque cada una de ellas impacta diariamente la vida de los ciudadanos.

Darle continuidad a una política y reconocer los aciertos de los demás no es muestra de debilidad sino todo lo contrario, una prueba de un líder que sirve a la gente y piensa en su bienestar y no se enfrasca en problemas motivado por su arrogancia y peleas con sus contendores.

A los líderes no les cuesta nada construir sobre lo construido, en cambio el no hacerlo nos cuesta a todos el desarrollo del país y la posibilidad de ser mejores. El no hacerlo nos cuesta el futuro.

Ahora que tengo su atención: hablando de villanos, ¡ah villanos los del ELN!

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