Por: Germán Dario Arias Pimienta

La Comisión Europea define las plataformas tecnológicas como “Empresas que operan en mercados de dos o múltiples partes, que utilizan Internet para facilitar las interacciones entre dos o más grupos de usuarios distintos pero interdependientes, a fin de crear valor al menos para uno de esos grupos”, lo que implica nuevos modelos de negocio y sustitución de algunos existentes como ha pasado a lo largo de la historia.

Los nuevos mercados digitales se sustentan en tres elementos: Unos usuarios que demandan uno o varios servicios, unos proveedores que ofrecen uno o varios de ellos y una plataforma que se encarga de unir oferta con demanda a cambio de un precio que puede ser cero, una comisión, o cualquier otro tipo de remuneración que se acuerde entre las partes, como es por ejemplo el uso de datos de usuario.

Estas nuevas dinámicas implican grandes retos para hacedores de política y reguladores, dado que los modelos de intervención tradicionales construidos sobre una teoría económica clásica, parecen no funcionar en la economía digital. Este fenómeno ha sido estudiado por prácticamente todos los organismos multilaterales como la OCDE, la UIT, el Banco Mundial, la CEPAL, etc., quienes coinciden en varios elementos, de los cuales quiero resaltar los siguientes:

  • Es necesario revaluar los modelos de intervención en la economía dado que las dinámicas de las plataformas digitales son distintas a las de los negocios tradicionales. Ejemplo de ello es la definición de precio que puede ser incluso cero, cuestión que podría despertar sospechas desde la óptica de la regulación tradicional (Subsidios cruzados, precios predatorios, etc.), sin embargo, el análisis de los precios ha llevado a construir nuevas metodologías de definición de mercados relevantes y poder de mercado, entre otros aspectos.
  • Los Gobiernos no pueden pretender regular las plataformas basados en normas existentes, por lo tanto es necesario crear nuevas reglas que privilegien la innovación, los nuevos modelos de negocio, la transparencia y la protección de los intereses de los consumidores.
  • Históricamente el desarrollo tecnológico ha tenido efectos en la economía, sin embargo, la respuesta no puede ser frenar la innovación por proteger intereses particulares. Es necesario buscar el equilibrio y mecanismos de transición que minimicen los posibles efectos negativos.
  • El aprovechamiento de la cuarta revolución industrial comienza por un cambio cultural, en especial en el gobierno, dado que finalmente es el gobierno quien define las políticas públicas.
  • La economía digital es global por naturaleza, lo que implica que se requieran soluciones integrales y coordinación internacional más allá de las fronteras físicas.
  • Las estructuras de intervención de los estados donde prima lo vertical sobre lo horizontal no funciona en la economía digital, que por naturaleza es transversal a todos los sectores, por lo tanto es necesaria la creación de mecanismos de coordinación interinstitucional o incluso de nuevas instancias para la toma de decisiones.

En este sentido, causa un poco de preocupación ver como actualmente en el Congreso de la República cursan sendos proyectos que pretenden regular las plataformas tecnológicas de transporte, donde el elemento común (Con excepción de un proyecto) es pretender aplicar las reglas de los negocios tradicionales a los nuevos negocios, que como lo dije anteriormente, es un error que nos llevaría a conseguir resultados sub-óptimos, freno a la innovación y no reconocimiento de los intereses de los consumidores.

En estos proyectos se pretende que los vehículos que presten servicios de transporte tengan un tratamiento similar a los de los taxis tradicionales, cuando lo correcto sería que los taxis tradicionales tengan un nuevo tratamiento para que puedan competir con los nuevos modelos de negocio. No se consiguen los mejores resultados regulando los nuevos modelos sino desregulando los existentes.

Reconozco que existen retos relacionados con las cargas públicas del servicio tradicional, el pago de cupos, seguridad social, etc., a los que se les debe buscar una solución, pero ésta no puede ser la protección de un sector que por más de 50 años ha podido beneficiarse de las barreras artificiales del negocio, como es el cobro de cupos millonarios por cada carro que pretenda prestar el servicio público de transporte de pasajeros.

Soluciones como el cobro de un porcentaje de los ingresos para la creación de un fondo de modernización parece sano, buscar la desregulación y modernización de las reglas de prestación del servicio de taxis también, incluso la obligación de un registro y contar con seguros para la protección de los pasajeros es necesario, pero pretender que la operación de las plataformas tecnológicas tenga que regirse por las mismas reglas que hoy aplican al servicio de transporte, no solo es anacrónico, sino que riñe con las mejores prácticas y especialmente, no reconoce los intereses de los consumidores, quienes piden a gritos mejores servicios, más accesibles y donde ellos tomen las decisiones respecto de quien les presta el servicio, en que condiciones  y a que costo.

La cuarta revolución industrial ya está aquí, con grandes beneficios para las empresas y en especial para los ciudadanos, por lo tanto pretender frenar el desarrollo con reglas que no reconocen la nueva realidad, nos puede traer graves consecuencias, tanto en términos de crecimiento económico, como en bienestar de la población.

*Columnista Invitado

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