Por: Juanita Peñuela y Diana Zerda*

Dictar clases no es tan fácil como saber instruir un tema. Para cualquier profesor que haya pisado el salón de clases es una verdad que el manejo de grupo o gestión de aula es algo que se lleva una tajada grande del tiempo cada día y se interpone a los objetivos académicos de aprendizaje.

Claro está que los contextos varían así como lo hacen las dinámicas entre los grupos, y las condiciones generales que rodean a los estudiantes. Los conflictos se manifiestan de formas tan diversas e inesperadas que un profesor está de antemano prevenido a cualquier evento. Al fin y al cabo, como adulto responsable los menores de edad están a su cargo es él o ella quien debe responder por ellos.

Pero, ¿de qué manera sortean los profesores los conflictos del salón de clases a diario? No hay una sola fórmula secreta, pero sí varias iniciativas y propuestas que queremos dar a conocer. Tenedor, cuchara y cuchillo Para ningún profesor es un secreto que muchas de las actitudes que sus estudiantes tienen en el aula provienen de sus experiencias en casa. Es por ello que los padres de familia juegan un rol fundamental en aspectos como la forma de resolver conflictos. Por eso, realizar talleres de padres en las Instituciones Educativas resulta una estrategia de gran importancia para el desarrollo diario de las actividades de los estudiantes.

Una manera creativa y útil para abordar este tema es mediante el uso del tenedor, la cuchara y el cuchillo como analogías de formas violentas y no violentas para tratar un conflicto. Así, el cuchillo y el tenedor representan instrumentos generadores de tensión y de mayor violencia que no reconocen en sí mismos ni en el otros emociones y posibilidades de transformar la situación hacia una solución funcional para todas las partes involucradas. La cuchara, por el contrario, tiene la facultad de unir, acompañar y crear nuevos caminos. Después de una breve explicación, cada padre y madre es confrontado con una pregunta: ¿con qué elemento se identifican a la hora de tratar conflictos con sus hijos? En una aula en el Urabá, sin pensarlo, la mayoría de padres se reconoció en el cuchillo, pues en sus palabras “es la mejor manera de cortar el conflicto/problema de raíz”. Tras esta breve escuela de padres, poco a poco se vislumbraron actitudes nuevas en algunos estudiantes de 3A. Empezaron a relacionarse de otra forma con sus compañeros debido a que la manera como sus padres se relacionaban con ellos se transformó.

Pequeñas victorias como esta son un recordatorio para los docentes que en regiones como el Urabá, están trabajando con distintos actores de su comunidad educativa en búsqueda de herramientas y estrategias relevantes dentro y fuera del aula en torno a la construcción de paz local. GuardianesOtro de los grandes desafíos que se viven diariamente en el aula es el de las relaciones interpersonales.

De nuevo, lo que los niños aprenden en casa, sumado a sus contextos y realidades más inmediatas necesariamente permea en la manera como se relacionan con sus pares en el colegio. Así, es posible que los profesores se vean enfrentados a situaciones en las que sus estudiantes de primaria repliquen acaloradas discusiones sobre, por ejemplo, quienes son más fuertes para combatir la nueva amenaza en la región del Urabá: si el Ejército o la Policía Nacional.

Rápidamente este tipo de situaciones se traducen en fricciones entre compañeros, diferencias que se agudizan con el pasar de los días. Situaciones como estas constituyen el escenario perfecto para probar nuevas estrategias que permitan a los niños transformar sus relaciones a partir de sus realidades individuales sin desconocer el contexto social y político en el que viven.

Así, nació el plan de aula “Guardianes” en una Institución Educativa del Urabá Antioqueño, pensado para trabajar a través de la disciplina positiva en habilidades de trabajo en equipo, gratitud y empatía. La rutina diaria cambió. Los días iniciaban en círculo, para que cada uno reconociera al otro y se reconociera como parte de un grupo. Cada estudiante traía al círculo su “Libro de los Guardianes” y un palito de paleta con el nombre de quien había sido asignado como su guardián, como símbolo de cuidado y protección. En su libro, escribían lo que sentían y por qué se sentían agradecidos, con su guardián y con algún otro compañero o compañera de clase. Además, todos los viernes hacían un intercambio de gratitud que quedaba plasmado en un mural al lado derecho del salón. Con el tiempo, los niños empezaron a adquirir pequeñas rutinas de organización del espacio con el fin de prepararlo para iniciar el día con gratitud.

Además, la relación entre guardianes se fortaleció, permitiendo que acaloradas situaciones como la descrita, no irrumpieran con la misma fuerza en las relaciones de los niños. Aprendieron a reconocer y a reconocerse como miembros importantes para la sana convivencia de su curso y a expresar lo que sentían hacia el otro en un lenguaje de empatía universal: el de la gratitud.

 

La colmena

El salón de clase tiene un fuerte potencial para transformar realidades, hablar y reflexionar en torno a temas como la resolución de conflictos desde la realidad de los estudiantes. Se trata de ser creativos con los recursos humanos, culturales y naturales disponibles, teniendo presente que son los estudiantes quienes tienen el potencial para guiar la actividad y generar alternativas de transformación.

Así como los cubiertos se convirtieron en una analogía para la resolución de conflictos, en esta experiencia fue el panal de abejas el elemento seleccionado por los profesores para reflexionar en torno a la resolución de conflictos y al fortalecimiento comunitario. Los chicos recibieron un octágono en el cual escribieron un conflicto que recientemente hubieran tenido con algún compañero o familiar y cómo lo resolvieron. Tras una breve reflexión, el otro lado del octágono escribieron cómo les habría gustado resolverlo. Los profesores les pidieron que tomaran los extremos de cada octágono, en los cuales había colgada un pedazo de lana, para que formaran una gran colmena que representara su comunidad. Sin embargo, algunos estudiantes recibieron una herramienta extra: unas tijeras.

Ningún otro compañero sabía que las tenían, pero su objetivo era claro: cortar las recién formadas relaciones. Hubo confusión. Quienes estaban formando la colmena se molestaron con quienes intentaron, en muchos casos con éxito, cortar la lana de sus octágonos. En algunas esquinas se escuchó una queja: “profe, están dañando mi unión” o, “profe ¡vea! Quítele las tijeras” Lo que no sabían era que todo hacía parte del mismo ejercicio y que ellos, quienes estaban cortando su colmena, eran sus conflictos, peleas y discusiones. Para estos estudiantes de noveno grado fue claro que su comunidad en la Zona Norte de Cartagena y las relaciones que se gestan en ella son más fuertes que un tercero con intención de desintegrarla. Así, con la poca lana que les quedó, volvieron a unir su colmena, transformando la “herida” en un insumo de unión. 

Ceder, evadir, negociar o usar la fuerza

Al preguntarle a los niños cuáles son las formas en que se deben resolver los conflictos y los problemas la mayoría responderá que con el diálogo o hablando. Sin embargo, en el día a día las emociones ganan terreno haciendo que las peleas y agresiones sean las formas más usadas por los estudiantes. El uso de la fuerza perpetúa la violencia y aunque da una solución a las cosas, daña la relación entre las dos personas. Por eso, usar la reflexión que hace la cartilla “Secuencias Didácticas de Educación para la Paz” en el salón de clase permite tener una herramienta útil para darle a conocer a los estudiantes mejores maneras de resolver los conflictos que diariamente se presentan en sus vidas en su interacción con las demás personas.

Al trabajar esta herramienta con los grados sexto y séptimo los estudiantes reconocieron el valor de mantener las relaciones entre las demás personas que hacen parte de una comunidad. A través de ejemplos los estudiantes mencionaron las situaciones en las que consideraban que era necesario ceder, o evadir. Usamos situaciones de la vida cotidiana como el trato con los papás o los ciudadanos o compañeros del colegio.

Por ejemplo, consideraron que cuando un papá o una mamá les pide que lleguen a cierta hora a la casa es mejor ceder, pues es una precaución que ellos toman para cuidarlos. También nos cuestionamos sobre cuáles eran las formas más comunes en las que solíamos resolver los conflictos en el salón, y las consecuencias que esto traía para el ambiente de clase; el uso de agresiones físicas o verbales creaba rencores y pensamientos y actitudes negativas entre ellos. Ante la negativa de varios estudiantes que manifestaban no estar interesados en tener buenos lazos afectivos con otras personas del salón se usaron anécdotas sobre personas que se vuelven a encontrar más adelante y cómo cambian las circunstancias para ambos.

Algunos concluyeron que era necesario mantener los buenos tratos “pues no se sabe qué vaya a pasar más adelante”. Al finalizar la sesión se hicieron compromisos personales en los que los estudiantes escribían algo nuevo que hubieran aprendido y que quisieran poner en práctica en sus vidas diarias. No obstante, como profesor es necesario recordar constantemente estas formas de resolver conflictos a los estudiantes y crear consciencia sobre las consecuencias que trae usar una u otra forma para la vida en comunidad.

¿Resolver o transformar los conflictos en el aula?

Las experiencias educativas aquí expuestas son una pequeña radiografía de los cientos de iniciativas que profesores en todas las esquinas de Colombia están sacando adelante para formar a sus estudiantes en valores, un elemento esencial en materia de educación para la paz.

Hoy en Colombia la educación para la paz encuentra una ventana de oportunidad para constituirse como un elemento, no para resolver el conflicto, sino para transformarlo desde sus raíces estructurales. Transformar implica tener una mirada a largo plazo, primando el fortalecimiento de relaciones y la transformación de las mismas hacia espacios de reconocimiento de realidades propias y ajenas.

Esta perspectiva propuesta por John Paul Lederach permite abordar los conflictos desde sus causas más profundas, reconociendo la multiplicidad de actores que lo componen y generando espacios para que todos actúen hacia la construcción de paz iniciando por su entorno más inmediato. Pero, ¿cómo hacerlo en el aula de clases? Permitiendo que los estudiantes cuenten con espacios para reconocerse y reconocer al otro desde lo que los une y lo que los diferencia, así como apostándole a la formación docente en y para la educación para la paz.

Así, el aula tiene el potencial de convertirse en un espacio seguro, a partir del cual los estudiantes aprendan no solo a sumar y a restar, a leer y a escribir, también a construir relaciones y a reforzar las existentes a través de una pedagogía basada en valores para la paz que abarque distintos niveles de la sociedad colombiana.

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