Por: Liliana María Guaca

Inicia el primer trimestre del año y los gobiernos locales se encuentran planeando sus estrategias para mejorar la educación en sus territorios. Dependiendo del nivel de desarrolllo económico y la importancia otorgada a este tema en las agendas públicas, será el lugar en el que se debe situar la discusión respecto a lo que se quiere avanzar.

A continuación, esbozaré algunas cuestiones que cualquier jefe de cartera en temas educativos, debería tener en cuenta antes de dirigir sus esfuerzos a materializar su plan sectorial de educación, que en algunos casos desafortunados, resulta desconectado de la visión del gobierno nacional o descontextualizado en la mirada que se debe tener entre lo local y la diversidad propia de nuestra nación.

1. Sobre el acceso y permanencia de los niños y niñas en las instituciones educativas

Las estrategias de búsqueda activa son fundamentales para que ningún niño o niña se pierda la oportunidad de entrar a estudiar. En un esfuerzo por garantizar este derecho Bogotá ha sido un referente en el desarrollo de este tipo de intervenciones al lograr bajar la deserción escolar del 3,6% al 1,6%, uno de los indicadores mas bajos en los últimos 20 años.

La clave aquí consiste en que el Gobierno vaya a los territorios y no viceversa; en este caso, unidades móviles y equipos en campo en brigadas puerta a puerta se acercaron a la ciudadanía para invitarla a hacer parte de este proyecto, donde niños y niñas así como adultos y jóvenes en extra edad fueron beneficiados, en lo que para algunos significó el regreso a clases después de haber desertado del sistema o para otros, el inicio de su proyecto educativo en las aulas.

La búsqueda activa aunque parezca dirigida a un tipo de población específica, se devela como una estrategia de inclusión de familias en condición de vulnerabilidad que encuentran un estado cercano a la ciudadanía, con un lenguaje incluyente y con acciones concretas que van en beneficio de la comunidad.

La permanencia también es un factor determinante en el logro de trayectorias educativas completas. Los estudios demuestran que los mayores niveles de deserción ocurren en el cambio entre niveles educativos. Es decir, entre la primera infancia y el primer año, entre quinto grado y el inicio de la básica secundaria y en la transición entre la educación básica y la media. En el sector rural, la deserción puede ser más alta y aún mayor para las niñas y adolescentes.

De forma general, las distancias geográficas, el nivel de ingresos de los padres, y su nivel de educación, son algunos de los factores preponderantes en la permanencia de los estudiantes en el sistema educativo. Adicionalmente, los asociados a los patrones culturales clásicos machistas, la asignación de roles de cuidado del hogar, crianza y labores domésticas, acrecéntan la brecha y determinan desde muy temprana edad una trayectoria educativa fallida.

Por esta razón, es clave pensar en estrategias diferenciadas con un enfoque que tenga en cuenta, servicios de alimentación escolar focalizados de acuerdo a los ingresos de las familias, transporte en aquellos casos, donde la distancia geográfica se convierte en una barrera, en textos y útiles escolares que fortalezcan el proceso de enseñanza en el aula.

Además, se hace necesario una fuerte estrategia de acompañamiento y acercamiento de las familias como actores fundamentales en el proceso formativo de sus hijos, un pacto con la escuela para trabajar de manera conjunta y armónica cuestiones fundamentales sobre el clima escolar y la incorporación de enfoques inclusivos que reconozcan, la diversidad, étnica, cultural, la atención a población con discapacidad y que fomente la igualdad de género desde la temprana edad. La familia es uno de los principales activos del sistema para fortalecimiento de sus comunidades educativas y no debe perderse de vista.

2. Formación permanente, sistematización de la práctica pedagógica y sistema de estímulos docente:

En los planes sectoriales se hace mucho énfasis en los niños y niñas, pero la fórmula ganadora sólo puede darse al vincular a los docentes en la ecuación. Un docente feliz, trabaja con vocación en su institución educativa, innova, deja huella en sus estudiantes y transforma su comunidad. Por tal razón, sus ingresos, las oportunidades formativas y de calificación, así como espacios dignos para desempeñar su labor, son claves para el éxito del sector.

Las generaciones presentes y venideras deben ser formadas por docentes calificados que abanderen reformas respecto de los modelos educativos que implementan sus instituciones, que planteen iniciativas de paz y reconstrucción del tejido social de las comunidades que han sido golpeadas por el conflicto armado y que movilicen desde el ejercicio de la práctica pedagógica, un sistema de valores en sus estudiantes basado en la ética, la solidaridad y el desarrollo ambiental sostenible.

En ese sentido, la formación y el acceso permanente a oportunidades de posgrado, maestría y doctorado son esenciales para proponer desde la escuela discursos y prácticas novedosas, que contribuyan al desarrollo local y a la transformación cultural que requiere nuestra sociedad. Claramente, éstas investigaciones deben apuntar a la producción de nuevo conocimiento en la escuela, y no deben quedarse en debates epistemológicos que no atienden al contexto o a las necesidades de su comunidad. El docente se debe a su institución y el estado debe fortalecer y fomentar el desarrollo continuo de su talento humano.

Así mismo, los programas de formación Permanente de docentes – PFPD son una oportunidad valiosa para la actualización de contenidos, nuevas tendencias en la pedagogía y didáctica, así como en el desarrollo de metodologías de clase apropiadas a los desafíos del sigo XXI. La formación en competencias y habilidades socio emocionales están en la agenda educativa actual y por ende deben ser prioridades en los planes sectoriales.

Los estímulos al docente son necesarios para que la educación llegue a los lugares más apartados del país. En las zonas rurales los docentes no cuentan en algunos casos, con condiciones mínimas de permanencia (alojamiento cerca de sus estudiantes situados en cabildos indígenas, afrocolombianos, comunidades aisladas del desarrollo, o en conflicto armado permanente) por esta razón, las vacantes en estos sectores no logran ser cubiertas y los niños y niñas ven interrumpido su proceso formativo de manera constante. Por el contrario, en las ciudades capitales hay sobre oferta de docentes, toda una paradoja.

En ese sentido, proponer estrategias de fomento a la permanencia de docentes en zonas vulnerables, rurales dispersas, municipios en transición hacia La Paz -PDET a través de estímulos en el ingreso, vivienda en alianza con el Fondo Nacional de Ahorro, y estabilidad para el docente y su familia, podrían garantizar el acceso universal a la educación de los más excluidos, vulnerados y olvidados del país.

Además, del desarrollo de campañas de atención psicosocial dirigidas a los docentes que permitan mitigar los efectos del estrés laboral (siendo esta la principal causa de incapacidades en el sector) el “burnout”, y la falta de herramientas para el manejo de los conflictos en territorios de extrema violencia, son fundamentales, si queremos un avance tanto en el acceso, como en la calidad de la educación.

Estas son, tan solo algunas acciones que pueden fortalecer desde la base los planes sectoriales, desde una mirada proyectiva que articule las trayectorias educativas completas, con el desarrollo social y productivo de nuestras regiones

*Miembro Dirección Educación

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