Por: Liliana María Guaca

La conmemoración del día internacional de la mujer en Bogotá, estuvo atravesada por una multitudinaria marcha hacia la plaza de Bolívar de cientos de mujeres con un mensaje claro en contra del patriarcado; un sistema que históricamente ha generado brechas evidentes entre hombres y mujeres, afectando el goce y la realización plena de nuestros derechos.

Detrás de estas jóvenes que marchaban hay una serie de luchas contra el sistema, contra las prácticas machistas que están tan arraigadas en la cultura del país y que tienen un efecto directo en las trayectorias individuales, educativas y profesionales de las mujeres.

Esta lucha empieza en la escuela; el escenario en el que todos y todas encontramos una oportunidad para materializar nuestros sueños. No obstante, a diferencia de los niños, las niñas tienen un mayor riesgo de abandonar la escuela, de ver truncado su proceso de formación, o en no poder tan siquiera, acceder al sistema de educación pública. Durante la pandemia y frente a la situación propia de aislamiento y cierre de las escuelas, la profundización de las brechas de género aumentó significativamente.

Este es el punto de partida para tomar en cuenta varias recomendaciones de organismos como ONUmujeres y algunas ONGs reconocidas, que adelantan programas educativos en regiones donde las dificultades de las niñas para acceder al sistema y permanecer son todo un desafío. Y no solo nos referimos a aquellas categóricas regiones en donde la desigualdad está naturalizada como algunas zonas del Pacífico o la Amazonía, sino también en las zonas rurales y localidades de Bogotá con mayor nivel de vulnerabilidad socio- económica como Sumapaz, Usme o Ciudad Bolívar.

Según un estudio reciente desarrollado por UNESCO, ONU Mujeres y la Fundación Plan, antes de la pandemia las principales causas de deserción escolar de las niñas en la educación regular están asociadas con la violencia basada en género, violencia sexual, brecha digital, embarazo adolescente/ infantil forzado y trabajo del cuidado al interior de la unidad familiar. 

Durante la pandemia el 36% de las niñas y adolescentes que abandonan sus estudios lo hicieron por estas dos 2 últimas causas. Adicionalmente, el estudio deja en evidencia una verdad incómoda: “las niñas que no asisten a la escuela tienen más probabilidades de ser obligadas a casarse o unirse a un hombre.”  

En este escenario, en donde aún el sistema educativo distrital y nacional no regresa presencialmente, se pone en evidencia el riesgo exponencial al que se ven enfrentadas las niñas y jóvenes al no contar con una escuela de puertas abiertas, que representa en muchos casos su único entorno protector y garante de derechos. Claramente, existen menos posibilidades de regreso a la escuela por parte de las niñas, se pueden presentar afectaciones graves a la salud física, mental, sexual y reproductiva y por supuesto, la disminución de su participación y recreación en espacios públicos y privados que son fundamentales para su proceso de empoderamiento.

Es clave entonces para los gobiernos locales y regionales entender en primer lugar, que la deserción escolar debe tener un enfoque de género, que no se reduce a identificar cuantos niños y niñas abandonan la escuela, sino entender que las causales, los impactos y las acciones de mitigación para frenarlo deben ser diferenciadas. Existen acciones estratégicas que permiten identificar los riesgos de deserción con enfoque de género en la escuela así:

  1. En numero de niños frente al de niñas matriculados, por edad y zona (barreras de acceso).
  2. Recopilación y análisis de datos desagregados por género sobre el comportamiento de la deserción (intraanual- interanual)
  3. Identificar riesgos de abandono asociado a cargas de trabajo doméstico o tareas de cuidado que impidan su asistencia a clase.
  4. Sensibilización del equipo docente sobre la identificación de posibles situaciones de violencia de género, de explotacion y/o abuso a las niñas que conforman su grupo a cargo y reportar frente a las autoridades educativas competentes.
  5. Desarrollo de acciones de articulación interinstitucional con el sector salud para mitigar el aumento de las tasas de embarazo adolescente durante los cierres escolares, que afecten la continuidad de los estudios.
  6. Frente al desarrollo de las clases virtuales la falta de acceso a dispositivos electrónicos o plataformas de aprendizaje, limita de igual forma las oportunidades de acceso al conocimiento, condición que debería tenerse en cuenta en el marco de estrategias gubernamentales de dotación de equipos.
  7. Las instituciones educativas deben garantizar dentro de sus currículos contenidos relacionados con el desarrollo de competencias en las niñas sobre el acceso y manejo de las plataformas virtuales en condiciones de seguridad, a fin de no aumentar aún más el riesgo de ser violentadas también a traves de estos medios.
  8. Desde el  mismo hogar desmantelar los estereotipos de género que hoy evidencian una mayor afectacción de las niñas sobre los niños frente a la deserción escolar.

Sino frenamos éstos condicionantes que determinan el futuro de nuestras niñas y adolescentes en el sistema educativo, estaremos condenados a repetir generación tras generación los círculos de la pobreza, en donde vemos mujeres que tuvieron que abandonar los estudios, como madres cabezas de familia, sin educación y con pocas oportunidades de salir adelante. Según Naciones Unidas se estima que, por cada 3 meses que continúe el confinamiento, habrá 15 millones de casos adicionales de violencia de género. Estamos a tiempo para tomar acción y evitar que estas desigualdades sigan minando el camino.

Es urgente y necesario la vuelta a la aulas, no solamente como el cumplimiento del mandato constitucional de garantizar el derecho fundamental a educacarse, sino poder hacerlo en igualdad de oportunidades. 

 

Que se abran las escuelas!

 

*Miembro Dirección de Educación 

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