Por: Diana Pérez Forero*
@dianamperezf

¿Sabía usted que los corruptos nos roban cerca de 50 billones de pesos al año?

Según reporte de la Contraloría General de la Nación, esta es la cifra que anualmente se pierde por causa de la corrupción, una cifra que alcanzaría a cubrir el rubro de inversión por 40 billones de pesos del presupuesto general de nación para el 2019.

Casos como Odebrecht, Interbolsa, el cartel de las frutas y pañales, el Plan de Alimentación Escolar, la Ruta del Sol, entre otros, se volvió común en nuestro país, pues es normal ver en el sector público y privado, que sus directivos sean investigados o sancionados penal, fiscal o disciplinariamente por la indebida y deshonesta administración de recursos en detrimento de terceros (nosotros) y del Estado. Sin embargo, lo más preocupante, es que nos estamos acostumbrando a ello, ya que el rechazo social nos dura poco y no se asoman vientos de cambio como sociedad. Esto en sí mismo, debe ser un motivo para hacer frente a este fenómeno, pues en muchos casos se aplica la lógica de la reciprocidad entre ambos sectores para que el “negocio” funcione.

El panorama no es alentador. Por un lado, la corrupción en el sector público no disminuye, y se corrobora con el informe de Transparencia por Colombia 2018, en virtud del cual, el Índice de Percepción de la Corrupción -IPC- que publica cada año Transparencia Internacional, señala que Colombia mantiene desde hace 4 años una calificación de 37 sobre 100 puntos, “siendo 0 (muy corrupto) y 100 (muy limpio)”, esto indica que no ha cambiado la imagen que grupos de expertos tienen sobre el sector público colombiano en cuanto a corrupción. El país cayó 6 puntos desde la última medición, pasando del puesto 90 al 96 entre 180 países, un lugar muy deshonroso pero real. Por otro lado, la corrupción en el sector privado crece a pasos agigantados, según cifras de la Procuraduría, actualmente el 9% de la corrupción es privada, esto implica que se está afectando la competitividad del país e incrementando la desigualdad en el acceso a las oportunidades de mercado por la falta de ética empresarial. Sobre el particular, el Procurador General de la Nación señaló el pasado 5 de septiembre de 2019 en el foro empresarial para los lideres 4.0 lo siguiente: “la corrupción en lo público está estudiada, está diagnosticada, casi que digo que está sobre diagnosticada”, mientras que “la corrupción privada ha sido de alguna manera ignorada y subvalorada”. Al respecto, ¿será que hay más reglas para controlar la corrupción en lo público? Y si así fuese, ¿porqué los índices de percepción de la corrupción en el sector público se mantienen?

La lucha de la ética contra la corrupción no es fácil, algunos consideran que el incremento de la corrupción, se debe a la insuficiencia de leyes para que estos actos sean castigados con severidad, no obstante, la solución no es expedir leyes para garantizar su erradicación definitiva. Con esto, no estoy demeritando los esfuerzos del legislador de atacar este mal social, se requiere además una verdadera aplicación de la misma mediante procesos expeditos a fin que los agentes del estado puedan investigar y sancionar de manera efectiva estas conductas, teniendo en cuenta que los corruptos sofistican rápidamente sus métodos para eludir la justicia, a través de artimañas jurídicas, financieras y políticas. Adicional a lo anterior, debemos considerar que gran parte de la corrupción se debe a la ausencia de valores tales como la honestidad, justicia y respeto por el otro, ya que no podemos concebir una sociedad por más educada que sea, si no ha sido formada con valores.

El “ideal” sería que no existiera la corrupción, sin embargo, la tendencia es global y como el mal sigue creciendo, se debe hacer frente a esta situación desde el punto de vista legal, razón por la cual, los órganos de control y la rama legislativa están haciendo grandes esfuerzos para ello, por ejemplo, el proyecto de ley sobre probidad administrativa comenzará a debatirse en el mes de noviembre, y el proyecto de ley de control fiscal que ya fue aprobado. Adicionalmente, se hace necesaria la actualización del régimen de competencia, así como poner en marcha la interoperabilidad que permita compartir la información entre entidades públicas y privadas, de cara a que las entidades de control puedan actuar con diligencia y eficiencia.

Ahora bien, no todo puede quedar en manos del Gobierno esperando que las ramas del poder actúen de manera reactiva, sino que se requiere además del compromiso de los empresarios, sus órganos de dirección y demás stakeholders de actuar con transparencia y ética empresarial. Por lo tanto, es indispensable la correcta implementación del programa de compliance, el cual no se agota con un código de ética o código de buen gobierno corporativo (que resultan copia de otras), ni publicando sus informes de gestión en las páginas web, pues solo sería un saludo a la bandera. El adn del compliance está en el buen comportamiento interno de toda empresa de cara a sus stakeholders, y debe estar alineado con la ética como factor fundamental de la competitividad. En ese orden, se deberían incrementar los mecanismos de control independientes, contar con regímenes de prevención y sanción, hacer uso de la tecnología aprovechando la transformación digital para detectar esas personas con tendencia a la corrupción, empoderar a los grupos de interés a que denuncien sin miedo, entre otras prácticas y procesos para que los hechos de corrupción no se filtren al interior de las empresas.

Por último y sin ser menos importante, como ciudadanos también debemos aportar en esta lucha, dejando atrás conductas indebidas como colarse en una fila o sobornar a un policía de tránsito, que afectan el entorno en sociedad, y nos impide exigir transparencia de los demás. El debate está abierto, y el llamado es a reflexionar sobre nuestro actuar, e invitar a no tolerar y denunciar cualquier acto considerado indebido o corrupto. En palabras de Matthai Quelle, filosofo alemán, “El verdadero problema ético no es la moral, sino la acción individual”, es decir, también está en nuestras manos hacer que las cosas pasen, con el fin de fortalecer las instituciones y evitar que se siga afectando el desarrollo y crecimiento de la economía del país por culpa de la corrupción.

*Directora de Empresa e Industria del Tanque de Pensamiento Al Centro

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