Por: Manuel González

El Congreso de la República aprobó mayoritariamente la semana pasada el Proyecto de Acto Legislativo que modifica el artículo 325 de la Constitución Política de Colombia, posibilitando la creación de una figura institucional nueva para la asociatividad territorial en el centro del país: la Región Metropolitana Bogotá-Cundinamarca.

Después de más de 25 años de esfuerzos, Bogotá, el departamento de Cundinamarca, y sus municipios empiezan finalmente a construir la institucionalidad, tan necesaria, para enfrentar con eficacia los desafíos comunes que afectan a toda la región: congestión, polución, inseguridad, ocupación desbordada del territorio, saturación del sistema de basuras, destrucción de la naturaleza, acceso desigual a educación y empleo,  encarecimiento de la vivienda y los servicios públicos, entre otros, son todos aspectos que deterioran la calidad de vida de los ciudadanos de Bogotá y Cundinamarca, y que no podrán resolverse si municipios y capital siguen operando de manera aislada.

Una quinta parte de los habitantes del país viven entre Bogotá (7.1 millones) y Cundinamarca (2.8 millones)[1], que juntas suman la población de Suecia o de Portugal. Además, son el motor económico de Colombia con casi un tercio de la economía nacional[2], nivel equiparable al de Ecuador o Puerto Rico. Bogotá es tan densa como Delhi o Jakarta[3] y está entre las cinco metrópolis de América Latina más atractivas para hacer negocios.[4] Según estimaciones del BID[5] y Naciones Unidas[6], Bogotá región ya hará parte del club de Megaciudades del mundo en la nueva década. De allí, la inminencia de adaptar sus instituciones, de modernizar los mecánismos de asociatividad, y de equipar a los gobiernos sub-nacionales con las capacidades necesarias para resolver los grandes retos que depara el futuro.

Esta victoria legislativa es el primer gran paso hacia la construcción de una mejor gobernanza ­–colaborativa, eficiente e inclusiva– para la Región Capital. Es el resultado de un ambicioso proceso de concertación que iniciaron sus ponentes hace más de dos años, y cuyo éxito solo demuestra una sabia y buena manera de hacer políticas públicas:

  • Se propició un debate técnicamente bien informado. Los estudios sobre sistemas de ciudades del Banco Mundial y Planeación Nacional (DNP); los múltiples diagnósticos regionales de la Cámara de Comercio de Bogotá y la Secretaría Distrital de Planeación; la propuesta de una nueva asociatividad de ProBogotá Región; el análisis de interdependencia municipal del BID; y el estudio de huella urbana de la firma IDOM, entre muchos otros, pusieron a disposición de todos los interesados un diagnóstico riguroso de la Región Capital, y propiciaron una discusión sólida, veraz, basada en la evidencia y no en las pasiones.
  • Se planteó un diálogo con altura, innovador e inclusivo. En todos los debates parlamentarios y foros fuera del Congreso, los ponentes destacaron la prevalencia de los principios de autonomía municipal, equidad territorial, e interdependencia, lo que permitió enmarcar la negociación en un ámbito de entendimiento, donde todas las entidades territoriales y demás agentes involucrados, pudieran encontrar su lugar. Prueba de ello, la idea innovadora de pasar de un esquema de área metropolitana –exclusiva para Bogotá y sus vecinos inmediatos– a un modelo de región metropolitana más abierto –donde caben el departamento, sus municipios y la ciudad capital–.
  • Se supo leer el entorno y aprovechar la coyuntura positivamente. Eventos históricos, polémicos y hasta simbólicos reactivaron la urgencia de hablar nuevamente sobre la integración regional: la urbanización acelerada de la sabana, y en particular de Soacha que se consolida como la sexta ciudad más poblada del país[7]; los escándalos de corrupción sobre modificaciones ilegales a los planes de ordenamiento territorial[8] en la sabana; la adjudicación de importantes obras de infraestructura en transporte, como el Metro de Bogotá y el RegioTram de Occidente; y hasta la realización de sesiones conjuntas entre el Consejo de Bogotá y la Asamblea Departamental ambientaron el debate para que la ciudad-región regresara al centro de la agenda pública después de años de ausencia.
  • Se cambió el tono de la conversación. Las nuevas autoridades locales dejaron atrás la retórica inútil de arrogancia y anexión, y supieron remplazarlas por narrativas de confianza y colaboración. Atrás quedaron los discursos culposos enfocados en las asimetrías fiscales o en el acceso desigual a recursos tan vitales como el agua entre Bogotá y los municipios de Cundinamarca. Los nuevos protagonistas están logrando cambiar la lógica soberbia de la absorción, por una más solidaria de integración en su manera de entender el desarrollo de la Región Capital.
  • Se impone una visión de largo plazo. Hablar de región es mucho más visionario que hablar de urbe. Durante la celebración de los cinco años de ProBogotá Región, sus asistentes insistieron fervorosamente en la necesidad de pensar la ciudad con una visión de largo plazo a la que llamaron ‘Bogotá 2051’. Ese espíritu solo persiste si se obra pensando en metas grandes y audaces: por ejemplo, conectar a la Región Capital con el Mar Caribe haciendo navegable el Río Magdalena; o conectarla mejor con el mundo construyendo el segundo terminal del Aeropuerto El Dorado; proponiéndose descontaminar el Río Bogotá; recuperando los corredores ecológicos y cuidando el Páramo de Sumapaz; articulando la prosperidad económica de la sabana con el uso responsable de sus recursos naturales; formando la fuerza laboral mejor calificada del país; y redistribuyendo bienestar entre los territorios menos favorecidos.

Sin duda alguna, aún quedan varias preocupaciones válidas y preguntas sin resolver: ¿Quiénes serán los miembros de esa Región Metropolitana? ¿Cuánto poder tendrá el Gerente que administrará el nuevo esquema? ¿Qué mecánismo de gobernanza adoptará el Consejo Regional? ¿Cómo y quiénes financiarán los proyectos? Los debates que vienen para la promulgación de la Ley Orgánica serán álgidos y extensos. Sin embargo, esta reforma constitucional marca un hito histórico no solo por ser la primera en ser aprobada de manera virtual, sino porque alza las banderas de la descentralización y despeja el camino para seguir avanzando hacia la regionalización de Colombia.

*Disclaimer: Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan necesariamente la posición oficial de éste portal o de su empleador.

 

[1] DANE, Censo 2018

[2] DANE, PIB por departamento Base 2015.

[3] Metropolis Observatory and LSE Cities, 2018.

[4] Cámara de Comercio de Bogotá, Balance de la Economía de la Región Bogotá-Cundinamarca 2018

[5] Banco Interamericano de Desarrollo, Voces Emergentes: Percepciones sobre la Calidad de Vida Urbana en América Latina y el Caribe, 2016.

[6] Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (UNDESA), World Urbanization Prospects 2018

[7] Probogotá Región, Seis prioridades para Bogotá Región, 2018

[8] Revista Semana, El Escándalo de los POT ‘mágicos’, 2017

*Director de Gobernanza Metropolitana

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