Los colores de Bogotá

Por: Felipe Poveda

Con la convicción de representar los valores de la justicia, virtud, benignidad, libertad, salud y caridad se asociaron los colores amarillo y rojo de la bandera de Bogotá en 1.952.  La historia la convertiría en el símbolo inconfundible de nuestra ciudad; está presente en colegios, entidades distritales, conciertos de rock y el tatuaje de uno que otro Bogofan. 

68 movidos años después, en plena era de Milennials y Centenials, ¿pasará por su cabeza que ese amarillo y rojo se acercan a los históricos valores o simplemente dirán Amarillo Taxi y Rojo Transmilenio?

Bienvenidos a Bogotá, la ciudad de todos los colores y de un solo color.  Y ya que hablamos de identidad bogotana con más propiedad, reconozcamos los colores que adornan nuestra cotidianidad. El gris seguirá siendo el constante pero la paleta de colores se abrió a una ciudad brillante.

Para este capítulo me reuní con José Enrique Plata Manjarrés o simplemente Pepe Plata. Bogotano de esos que ha recorrido ciudades en el mundo como barrios recorre un SITP.  Junto a Rolando Pimentel, un nativo de Barrancabermeja y David Caneva nace el libro Bogotono, 50 colores de una Bogotá actual.  Convencidos que el color despierta en cada uno de nosotros algún tipo de recuerdo, emoción, sabor, olor o quizás algo que nos saque la piedra ciudadana.

Bogotono es el compendio cromático de todo aquello que asociamos a algún momento de la ciudad: Una mañana, un trancón, una marea roja de buses, una empanada, un tamal, un destellante aviso de un motel, una cometa enredada en las cuerdas de la luz hasta el verde de los cerros con una punta blanca Monserrate. 

Felipe Poveda: ¿Cómo nace la idea de un libro que describa los colores de Bogotá?

Pepe: Crecer en Bogotá nos permite desarrollar un gusto por conocer otras realidades, el concepto de universalidad que podemos tener nos abre la mente a querer conocer otros ambientes.  Hay un chiste, cruel por cierto que dice que los bogotanos intelectuales se creen franceses, la clase alta se piensa como la aristocracia inglesa, la clase media sueña ser de Miami y la clase baja quiere ser como los mexicanos. Un chiste que puede ser cierto.  Si usted lo mira, estamos en aspiraciones todo el tiempo y a veces no nos miramos a nosotros mismos como un reflejo de nuestra cotidianidad.  Cuando uno descubre que otras ciudades tienen sus narraciones a través de la música, el cine, la literatura, el arte o el diseño y que construyen alguna idea o imaginario de ciudad con algo que aprecian, NY con Broadway, la Estatua de la Libertad, la zona de las antiguas Torres Gemelas, todo esto hace que tengan una realidad y cotidianidad que genera esperanzas.  Todo esto ha sido tratado, explorado y explotado en otras ciudades, quizás nuestra cotidianidad no ha tenido la misma equivalencia, pero eso no significa que no se puedan hacer apuestas, proyectos, posibilidades sobre las cuales se pueda construir un imaginario o una realidad o un cuerpo de imágenes o diseños que tenga que ver con nuestra realidad y no lo que nos han puesto y se convirtió en nuestra cotidianidad.

FP: ¿Estamos en desventaja frente a esas grandes ciudades que explotan su identidad?

Pepe: Tenemos que reconocer primero que esas grandes ciudades tienen diferentes y más largos periodos de historia. Nueva York o Londres tuvieron procesos de migración que duraron varias décadas. Estas ciudades pueden tener al menos una persona de cada país del mundo.  Lo que les dio infinidad de costumbres, conocimientos, esta misma universalidad de costumbres les permitió crear un sentido de identidad con su ciudad.  Nosotros con nuestra reciente historia y quizás la poca contribución migratoria nos dieron un sentido más nacional que ciudadano, nos identificamos más con el himno nacional, con la camiseta de la selección de futbol y artistas o deportistas destacados. 

El proceso migratorio de Bogotá trajo más personas de Colombia que de otros países. Todo esto ha hecho que nuestra identidad se acerque a la realidad nacional.  Actualmente vivimos aportes migratorios de la reciente llegada de los venezolanos. Hace 10 años no contábamos con el mismo número de migrantes como el que tenemos hoy y hace 40 años eran los colombianos lo que migraban hacia Venezuela.  No sabemos si en los próximos años se aumente el flujo migratorio hacia Bogotá.

Lo que trato de hacer es mostrar un reflejo de una realidad, de brotes de representación de un momento.  Nuestra realidad ciudadana sigue en construcción. Lo que se trata es buscar aproximaciones o buscar posibilidades que permitan una imagen o una proyección de ciudad que no ha habido en mucho tiempo.

FP: En ese contexto, ¿el antiguo rolo, que tomaba changua, chocolate y veía el Chinche era más definido a una aproximación de identidad bogotana que el rolo de hoy día?

Pepe: Podría decir que sí. Pero también responde a una realidad donde la ciudad era mucho más pequeña. Bogotá tenía menos de un millón de personas. Donde había ciertas actitudes donde podías encontrar patrones de comportamiento.  Todo eso es imposible ahora; somos una ciudad con más de 8 millones de personas donde para muchos la vida transcurre en Suba y donde pueden pasar años sin ir al Centro, así como hay personas que viven en el sur de la ciudad que estudian, trabajan y tienen relaciones sentimentales en otro sector, pero siempre elijen vivir en el sur.  La identidad es relativa en muchos casos a la localidad donde vivimos. 

FP: ¿Esa imagen de rolo clásico está en extinción?

Pepe: Efectivamente lo está porque esas personas tenían ciertos hábitos que se desarrollaban en escenarios (restaurantes, cafeterías, etc.) que ya no existen. Es diferente como vivieron la ciudad a como se vive actualmente. 

Todas esas referencias de cachaco antiguo ayudaron a la ciudad a mostrarse como elegante, culta y próspera. La realidad de la ciudad es diferente a esa reminiscencia de la Bogotá de hace 50, 60 o 70 años atrás.

Una de las razones por la cual no podemos ser igual que esa imagen de rolo clásico es el clima.  Actualmente no podemos vestir los mismos abrigos, sombreros y paraguas en las nuevas tardes soleadas que pueden ocurrir en cualquier época de año, imagínese con los actuales 18-20 grados vistiendo un abrigo, gabardina cómo se sentiría.

Ese imaginario de cachaco vestido en gris, negro y azul está cambiando. Las influencias de las personas que llegaron del Pacifico, del Atlántico han hecho que los colores de la ciudad hayan cambiado. Ya no hay abrigos oscuros, ahora hay sacos de todos los colores.  Así mismo la percepción de ver los colores también se aplicó al transporte masivo.  Del color Naranja de hace 40 años de los buses, pasamos a busetas de todos los colores para llegar nuevamente a la uniformidad de colores: rojo, azul, verde y naranja. 

Rojo Transmilenio:

“Posiblemente el color más representativo en la vida de los capitalinos. Y es que el asunto de transporte público en Bogotá es una tara genética heredada.

Bogotá ha tenido tranvía, buses con subsidio, sin subsidio, trolebús, buses ejecutivos, busetas, colectivos y, desde el año 2000, algo llamado Transmilenio. Una flota de vehículos Volvo y Scania desgastados por el uso y el paso del tiempo”

FP: ¿Entonces pasamos de ver el Amarillo y el Rojo como simples colores para asociarlos con la emoción que nos puede trasmitir algo muy capitalino?

Pepe: El amarillo y el rojo están presentes en diferentes cosas. Los taxis son amarillos y hay toda una gama de amarillos: Amarillo pollito, amarillo ocre, amarillo pitillo de papel.  El rojo está presente en el equipo de futbol capitalino y sin duda en el Transmilenio como una de las grandes apuestas de solución de transporte masivo.  Estas emociones pueden traducirse que al nombrar el color amarillo podemos pensar en una empanada, porque es precisamente el recuerdo y la frecuencia con la que asociamos ese color con ese alimento.   Hace 30 años no se podía asociar el Amarillo con un taxi simplemente porque eran negros, quizás en ese momento alguien decía “negro taxi”, era entonces su realidad.

FP: Bogotano que se respete tiene mucho de sarcástico, de arribista y esnobista.  ¿Pueden esos colores denotar clasismo entre bogotanos y foráneos?

Pepe: Totalmente. En otras épocas se escuchaba hablar del Rosado Soacha como un color que reflejaba cómo las personas de esta vecina población de la cual Bogotá se nutre de una fuerza laboral gigante, pintaba sus casas.  Entonces sus discursos clasistas hacían referencia a ese color.  Con el mismo despectivo decían en aquel entonces “negro solo el teléfono”.

El color ha sido una fuente de segregación; que alguien no sea de cachetes tan rosaditos entonces es porque no es de su misma clase social. Si bajo las concepciones que se tienen de ciudadanía todos somos iguales, pero las expresiones que se han repetido en la ciudad demuestran otra cosa.

Cuando uno tiene la oportunidad de ver cómo se reflejan los colores en otra realidad, por ejemplo, en regiones cercanas al mar se pueden asociar a situaciones más alegres.  En Bogotá los colores son afectados por los rayos del sol, las bajas temperaturas y la contaminación que hace que cubra de gris las paredes, los ladrillos. Lo cual está haciendo que el gris pierda el romanticismo de la lluvia para ser expresado como algo despectivo por lo sucio. 

FP: ¿Ha habido otras propuestas, estudios, informes de esta identidad de colores y costumbrismo capitalino?

Pepe: Bogotono nació de un anterior proyecto que era un cuaderno de Bogotá, un cuaderno que recopila datos que no se encuentran registrados en otras fuentes, nadie habla de la cantidad de tiendas o peluquerías que hay en los barrios y eso es un escenario en el cual se desarrolla la identidad y las costumbres de la ciudad o de una inmensa mayoría de bogotanos. Ese cuaderno de Bogotá buscaba a través de insertos este tipo de información para mostrar al público algo muy diferente a una simple guía turística.

Hace tres años escribí un artículo que se llamaba “Bogotá envideada”; es un análisis de cómo la ciudad ha sido escenario de producciones audiovisuales musicales (videoclips); desde los ochenta la ciudad ha sido fuente de inspiración de bandas de pop, punk, metal, reggae, rock, hip hop, electrónica y más.

La ciudad ha sido un cuerpo vivo para estas creaciones. Comparando con las grandes ciudades, ejemplo Nueva York donde se ha recopilado muchas veces cómo la ciudad ha inspirado todos los campos artísticos en Bogotá no hemos tenido suficientes publicaciones que nos muestren o despierten este tipo de identidad que a su vez nos genere esa apropiación de ciudad.  Hemos tenido referencias de la Bogotá en novelas, ensayos, poesía, cuentos desde el siglo XIX y lo mismo con la música, pero todas estas referencias son casi efímeras, son pocas las que se han quedado en el consiente colectivo como algo que representa a la ciudad.

Volviendo al primer ejercicio con el cuaderno de Bogotá, vimos cuando hablábamos de los colores que podía representar a Bogotá era algo extenso, que debía tener su propio espacio.  Comparamos los colores que generan ambientes, como lo que sucede en el cine donde las tonalidades le dan el marco referencial geográfico a Frozen por ejemplo.  De todo ese análisis nace Bogotono.

Amarillo Empanada:

“Hagamos empanadas que es lo que más se vende…

Es una invitación a acabar con la resignación que alberga en su crujiente corteza y delicioso relleno, el amarillo tostado que acapara los sentidos de los bogotanos.

Casi cada bogotano sabe dónde venden las mejores empanadas de la ciudad. Lo que significa no solo que la empanada hace parte del paisaje y la economía de los citadinos, sino que además estos efectivamente han encontrado un negocio real en esta unidad básica de supervivencia.”

FP: ¿siguen llegando más colores a la ciudad, o simplemente se modifican los existentes?

Pepe: Por supuesto que llegan más colores a Bogotá, fíjate en esos colores casi neón de los carros.  20 años atrás los colores eran más tradicionales.  Estos nuevos colores han llegado bajo la influencia de la industria automotriz y el marketing mundial.  También muchos colores se modifican. Ejemplo, el verde de la policía ya no es solamente verde oliva, ahora también tiene verde fluorescente en sus chalecos.  Un color nuevo puede ser el color de la cerveza artesanal, hace 15 años no existían y hoy hacen parte de una nueva realidad, una realidad que reunió miles de bogotanos en una reciente cultura Pub.

Los colores quizás más representativos son todas las tonalidades que hacen parte de la cotidianidad: Rojo Santafé, Rojo Transmi, Rojo Chupeta, Rojo ají.  El Verde, Verde cerros, Verde jardín, gris lluvia, gris niebla y el nuevo gris contaminación.

FP: ¿En esa cotidianidad el Negro ESMAD llegó para quedarse?

Pepe: El Negro ESMAD hace parte de una realidad. En teoría el ESMAD es un cuerpo de contención temporal, pero se incorporó a la cotidianidad. Así como en otros países como Chile en tiempos de Pinochet el color policía intimidaba, quizás es lo que pasa hoy en la ciudad. Claramente la gente está en todo su derecho a la protesta y este negro se asocia a represión, a intimidar.  ¿Qué pasaría si el ESMAD tuviera un uniforme amarillo, causaría el mismo efecto?

El impacto de los colores es tal que el negro es asociado con lo lúgubre, lo denso. ¿Cuándo ha visto una persona con arraigado gusto musical por el heavy metal con una chaqueta amarilla?  Bueno ahí si entrarían todos esos estudios serios de la piscología del color…

Negro ESMAD:“Un tono denso, fuerte y penetrante. El ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios) hace presencia ante la concentración de individuos.  Es reconocido por quienes habitan los alrededores del estadio Nemesio Camacho El Campin y aguardado por las marchas de los trabajadores que recorren la carrera séptima hasta la Plaza de Bolívar. Color viscoso que estalla al menor roce entre el poder policial y el popular…”

FP: ¿El Rojo Santafé y el Azul Millonarios siguen despertando pasiones?

Pepe: Obvio, son colores que siguen moviendo.  Lo digo sin ser un aficionado al fútbol, pero es lo que hemos podido ver que por generaciones la apropiación de estos colores ha mantenido todo tipo de pasiones entre sus representantes; unas veces positiva y otras bastante negativa.

Esas apropiaciones también se ven en la música y la ciudad.  El negro de la chaqueta metalera está en el imaginario de quien representa esa faceta rockera de la ciudad. Así mismo todas las diferentes almas sonoras se apropian de sus colores: la Salsa, el Hip Hop, etc.  Más recientemente el reggaetón y trap trajeron sus colores en las ropas anchas, la sudadera, el jean, los brillantes y los colores cálidos.

Felipe Poveda: ¿ponerse algo azul, ponerse algo rojo grita mi espacio y posición en la ciudad?

Pepe: Cierto y falso, un uniforme amarillo y azul como el del colegio Andino, es distinto al uso del Amarillo que puede tener una persona que trabaja en una construcción. Ese uso de los colores para ser suficientemente bogotano es complicado.  Uno puede distinguir rasgos como el bogotano elegante o la bogotana con cierta presencia, pero también pueden convertirse en estereotipos.  Los colores hacen parte de un colectivo que conforma igualmente el lenguaje y la forma de expresarse que forma esta actual realidad.

Cuando empezaron a llegar los tenis rojos, amarillos, verdes los apropiamos y los adoptamos en diferentes tipos de identidades, pero todos tienen un mismo marco de rebeldía.  Ya ni el rosado es a niña como el azul a niño.  Estamos en otro momento y seguirá cambiando. 

Felipe Poveda: Los tenis, los colores de los tenis, algo que es muy particular en Bogotá. En nuestro imaginario siempre tendremos los tenis blancos asociados a los paisas. ¿Somos una plaza próspera para fabricantes de Griffin blanco?

Pepe: (Entre risas) Elevemos una oración por estos productores, pero mejor elevemos una oración por Bogotá…

Blanco Changua:

“No existe punto medio en su preparación.  Resultante del cocimiento de cebolla en agua a la que se añade huevo, se tiñe con un chorro de leche y se sirve con cilantro y acompañado de tostadas, este caldo bogotano posee su propia tonalidad changua.

Que si la debe preparar con ajo, con cebolla cabezona o larga, que si el cilantro picado o en rama, con o sin leche, ¿y qué tal su versión con queso en rodajas? Para algunos el secreto de la receta es todo un misterio que, sin embargo, invita al sabor en las frías mañanas sabaneras…”

Fucsia Activista:

“El fucsia activista es el resultado del movimiento running que ha impulsado al mundo a correr y correr con el pretexto de mejorar la calidad de vida a través del ejercicio.  Es la herencia directa del fitness que Bogotá conoció con Jane Fonda y sus aeróbicos en la televisión de los ochenta y con la belga Thérese Leleux. Luego aparecieron la zumba, los Pilates, el step, la estimulación cardio y ahora el crossfit.

Cada actividad exige un tipo de vestimenta especial y según las tendencias de la moda.  Pero cuando se trata de hacer que un color reúna y genere conciencia, el fucsia activista tiñe camisetas, buzos, pantalones, bicicleteros, chompas y demás accesorios.  Sin importar la causa, el fucsia será siempre el favorito…”

Finalmente, con alivio puedo decir que son varios los bogotanos que han encontrado en esos detalles rutinarios una identidad bogotana. Esa realidad actual la que nos define a una colectividad con rasgos y comportamientos similares para generar nuestra propia bogotanidad. 

Quizás hemos leído bastante sobre las influencias neoyorquinas y el sentir del neoyorquino, cómo París inspira el sentido gastronómico y sigue haciendo palpitar el corazón o cómo Londres nos mantiene alerta a algún escandalo real a la hora del té.  Conocemos todos esos comportamientos y podemos decirlo sin pensar dos veces a que ciudad corresponde cada actitud, pero ¿qué pasa con la nuestra? ¿Podemos entender en el actual contexto cuál es nuestro sentir ciudadano?  ¿Somos conscientes que nuestra ciudad está atravesando por medio de una gran movilización de personas que aportan actitudes, costumbres, sabores y colores?

Aunque me siga vistiendo de azul y gris no puedo desconocer que ese modelo estereotipado y tal vez gastado de un bogotano ya no aplica para una mayoría. Ya que hoy día se enfundan en rojo, azul y amarillo aquellos que con audífonos, portafolios, tacones y tenis deambulan hoy por la carrera séptima creando nuevos estereotipos, pero sin lugar a duda nunca habrá otro color más bogotano que el verde de los cerros que nos vigilan y nos observarán en el futuro como ciudad cambiante.  

El color lo pone usted, la ciudad la ponemos todos. 

Buenas noches Bogotá.

*Miembro Dirección Gestión de Territorios
**Fotos: *Bogotono, 50 colores de una Bogotá actual. Todos los derechos reservados



Territorios, identidad y costumbrismo: Bogotá, una ciudad que nos define.

Por: Felipe Poveda

Decía mi abuelo “uno es de donde son sus muertos”, pero después de ir y venir por varias ciudades del mundo descubrí que uno es de donde definió sus costumbres.

Disfrute este espacio, lejos de la política y de radicales posturas.
Deje volar su imaginación, olvide por un momento sus deudas, no piense en el trancón, no recuerde la última reunión de propietarios de su edificio, si estornuda no diga que es Coronavirus…

Piense mejor en por qué soy de tal equipo de futbol, por qué escucho tal música, porqué uso Jeans y botas los viernes en la oficina, por qué escucho tal radio, por qué extraña un merengón un domingo, por qué dice que no tiene acento (cuando lo tiene y además es una machera!), por qué le encanta hacer filas hasta para comprar hamburguesas en una época del año, por qué pita en todo el trancón de regreso a casa, por qué compra pan calentano en vez del tajado, por qué cierra todas las ventanas de su apartamento, por qué pasa por el lado del vecino y no saluda, por qué dice “Veci” si ni conoce a los suyos. Pregúntese si estas costumbres son normales o si hacen parte de su actitud bogotana.

Si ya está listo, recorramos juntos Bogotá, la ciudad donde nació o donde llegó a vivir. Reconozca sus espacios, sus esquinas pero sobre todo reconozca esas costumbres que definen esa identidad única, el sentir bogotano.

Del Chirriado al rechimba:

Lejos han quedado aquellos bogotanos de abrigo, sombrero y paraguas. Olvidadas han quedado las expresiones que nos definían como rolos divinamente. Los sabores casi extintos de la changua, la milhoja, el postre de natas y el merengue. ¿A dónde fueron a parar todas esas costumbres que nos definieron como bogotanos? ¿Las tardes grises disiparon en soleadas esquinas? ¿Guardamos el sombrero y el paraguas para ser adictos a las gafas oscuras?

Algunos afirmarán que ser propio de un lugar se logra con el nacimiento, otros discutirán que para ser de un lugar hay que ganarlo y otros simplemente dirán “yo soy de aquí”.

Este es un espacio para reconocer esas acciones repetitivas que se convierten en costumbre y que al hacerlos parte nuestra, lo definimos como Identidad. Bajo la atenta mirada de una ciudad, gris soleada, con gafas y sombrero pero que nos etiqueta como propios de aquí: ¡Bogotanos!

Y no solo el sombrero fue reemplazado por las gafas oscuras, las expresiones tomaron distancia unas de otras. No niegue que siente nostalgia cuando escucha a alguien mayor, sus padres o abuelos decir con elegancia y poca gesticulación: “divinamente, chirriado, sobado, fregado, carachas, caray, chinazo, lloviznita, aguacero el macho, los gamines esos de Millo…, el guache ese de Sant…, peor aún si usted llegó a Bogotá y le dijeron “gente divinamente de tierra caliente”.

Todo eso quedó en el recuerdo, en la mente colectiva de la ciudad. Cada costumbre es a su época como el Renault 12 a paseo de los 80s. La expansión de la ciudad, la adopción de muchas expresiones, extranjerismos hicieron sus aportes a nuevas expresiones. Muchos dicen que esa elegancia cachaca se perdió por la rudeza de la ciudad, quizás sí, quizás no, porque los problemas son similares desde hace varias décadas: movilidad y seguridad.

Si usted siente escalofríos cuando escucha a sus hijos saludarse de “que se dice perrito” imagine lo que sintió su papá cuando le escuchó a usted decir “que hubo marica” o la cara de mi abuelo cuando mi mamá dijo “carajo”.

 

Bogotá Centro Internacional. Autor Felipe Poveda

Bienvenidos a Bogotá:

Si usted caminó por la carrera 7ma y no sintió una electrizante ciudad frente a usted, déjeme decirle que aún no es bogotano.

De la Bogotá del siglo XX quedan las casas de Palermo y Teusaquillo, algunas panaderías, dos equipos de futbol, Melodía Estéreo y uno que otro bolardo. La ciudad es un ente vivo, que crece, se transforma y crea nuevos escenarios perfectos para cualquier persona que se sorprende con la sencillez de una esquina, una librería, un bar y que en medio del trancón se siente orgulloso de su ciudad.

Es imposible pensar que los movimientos urbanos que regían las décadas pasadas sigan existiendo hoy: coca colos, sardinos, punketos, hipies, metaleros, grunchos, technos, etc. La razón es sencilla, la ciudad creció, nosotros crecimos y nuevas costumbres fueron adaptadas a la ciudad.

De esos tiempos en que literatos y artistas hacían discursos románticos (y muy acartonados) es cada vez más difícil que sigan existiendo. La ciudad tiene nuevas formas de narrativa, mas inclusiva, menos distintiva entre clases y ciudades de origen. El arte incluso salió de la galerías y de los cocteles a las calles y los jóvenes reconocen nuevas corrientes como el Street art en algo muy bogotano. El Graffiti se lavó la cara y se convirtió en una muy social causa artística.

Es muy normal que cualquier persona pueda decir con correcta pronunciación el nombre de su canción favorita en inglés, algo que hace 20 años atrás era casi exclusivo de presentadores de televisión y locutores de radio. La clave: La Movilización y el deseo de Globalización.

Ahora es más común que cualquier persona conozca al menos un país diferente al nuestro y los antiguos paseos de olla a la Sabana y Girardot fueron reemplazados por aventuras playeras, deportes extremos en montañas y ríos y una internacional experiencia hostel.

 

Poner de acuerdo a los bogotanos es algo que pareciera imposible, diferentes equipos de futbol, diferentes gustos musicales, diferentes sabores gastronómicos, diferente ropa, diferente postura política, diferentes forma de conducir, diferentes puntos de vista de Transmilenio, pero sin lugar a duda una sola cosa nos define realmente como bogotanos: El Frío.

Toda ciudad tiene algo propio que la hace única, su forma de contar las cosas, la forma en que nos desplazamos en medio de ella, las palabras que usamos, los colores que vestimos y obviamente lo que comemos. Pregunte cuantos bogotanos prefieren la changua a una Arepa Venezolana de la esquina del barrio, se sorprendería bastante.

En esa misma pregunta, indague como toman el tinto, como pasamos de la greca al Nespresso, del tinto con panela al Cappuccino.

Somos actores que aportamos a ese sentir ciudadano, participes de la construcción de una nueva Bogotá y diseñadores de lo que será una futura Bogotá.

Diariamente llegan a Bogotá miles de personas provenientes de cualquier punto geográfico del país, migrantes en medio de la crisis venezolana, atraídos por Universidades o la búsqueda de una oportunidad laboral. Todos aportan algo nuevo a la ciudad y finalmente adoptan una particular “actitud Bogotana”.

 

Que define mi identidad en la ciudad más allá de los rasgos que aunque colectivos nos hagan sentir únicos. Esto solo lo define el sentido de pertenencia; puedo ser de Santafé, de Millonarios, mamerto universitario, militante conservador, rumbero de regaetton, fashionista de Chapinero, escritor de Ciudad Bolívar, Metalero de Galerías, Fotógrafo de la Ciudadela Colsubsidio, filósofo de la Nacho, Galerista de San Felipe, una eminente mujer Trans, un político, una acérrima activista, puedo ser todo lo que quiera en esta ciudad pero lo que nos une es que somos bogotanos, nacidos o llegados, desarrollamos un sentido de pertenencia: soy de aquí, esta es mi casa, este es mi escenario en el cual soy único.

 

Sienta la nostalgia de una calle bogotana, llena de recuerdos que lo acompañaron en su juventud, su primer concierto, su primera cita, su primera fiesta, cosas positivas que fijaron un momento en un espacio de la ciudad.

Recórralo nuevamente, fije una visión de cómo quisiera seguir viéndolo. Identifique sus problemas y propóngase posibles soluciones, así sea en su utópico pensamiento. Quien quita y más personas piensan igual que usted y algún día ese pensamiento llega a su representante, alcalde, y lo convierta en realidad. Pero lo peor que podríamos hacer es olvidar, decir “yo no vivo por allá, yo no paso más por esa calle, ese no es mi problema”. La indiferencia es la puerta a perder lo nuestro, a dejar atrás nuestra identidad.

Haga el ejercicio, recorra el barrio donde creció. Recuerde eso que en su momento fue clave para el desarrollo de su personalidad y lo que lo definió como parte de una ciudad.

Una vez de vuelta en la realidad, acercándonos a ese concepto de que es ser bogotano, disfrutemos de todo eso que nos hace únicos, que nos acerca como comunidad, tengamos en cuenta lo más importante: Ser Bogotano es ser tolerante, es abrirnos a diferentes universos que conviven en nuestra ciudad, algunos quizás no sean de su simpatía sin embargo deben convivir en el mismo cielo, bajo la blanca estrella que alumbra los Andes.

Texto y fotografías por Felipe Poveda Herrera. Bogotá, Marzo 2020

*Miembro Dirección Gestión de Territorios