Por: Freddy Osorio  

Las reacciones del mundo político a una reforma tributaria no se hicieron esperar y las críticas llovieron de los partidos independientes y de oposición. Los gremios mostraron su desacuerdo y formularon propuestas. Las organizaciones sociales y sindicales la rechazaron y ya sectores, que aprovechan el clima preelectoral, llaman al paro nacional. Y el partido de gobierno está tratando de quedarse quieto, para que nadie se acuerde de su presencia.

Pero más allá de las consideraciones políticas y las realidades económicas que la pandemia nos impuso, quiero llamar la atención sobre el impacto político que tiene el hecho que el gobierno le quedó chico, no grande, a Iván Duque. Y es que es la tercera vez que este gobierno le pide al congreso que se le otorguen poderes especiales para modificar el Estado vía decreto.
La primera vez fue en el 2019 con el Plan Nacional de Desarrollo. La justificación era que, este era un gobierno transformador y ambicioso que quería hacer pactos y tender puentes para ayudar a solucionar los problemas estructurales del país. Los años probaron que no era ni transformador ni ambicioso.

La segunda vez fue en el 2020, con el proyecto de código electoral. En un proyecto de ley de un tema procedimental y administrativo como las reglas y condiciones para la participación política, trataron de darle poder al presidente. El gobierno trató de justificar eso con la debilidad de nuestros partidos. Los partidos sí son débiles, pero las instituciones resistieron este nuevo intento de manoseo a nuestra democracia.

La tercera vez fue en en el 2021, en la tercera reforma tributaria de esta presidencia. La justificación del gobierno es que la inequidad producto de la pandemia necesita medidas extraordinarias. Ojalá que en esta ocasión, el Congreso esté a la altura de impedir este nuevo abrazo incómodo que intenta el ejecutivo.

Los tres casos deberían enseñarse en las Universidades sobre cómo, de una premisa verdadera, no se sigue una conclusión. Mejor dicho, si yo afirmo que el país es inequitativo, que los partidos son débiles y que el COVID nos deja a su paso realidades sociales y económicas durísimas, no implica que debamos entregar todo el poder. Iván Duque y el equipo de gobierno mostraron su verdadero talante.

Finalmente se le acabarán las excusas y en algún momento debemos reflexionar sobre el tipo de político y gobernante que queremos. ¿Querremos un líder de amplia sonrisa, dicharachero y simpaticón que tenga muchas ganas de tener poder, así no sepa qué hacer con él? También sobre el tipo de gobernante que merecemos: un gobernante que le eche la culpa a factores externos de sus fracasos, que busque los aplausos y constantemente manilargo con las instituciones democráticas. Siempre tratando de meter la mano para sacar ventaja.

Al final, el poder que da la presidencia de un país muy centralista y con contrapesos débiles, le queda pequeño a este gobierno obsesionado con su imagen. En especial para un presidente que parece que aún no sabe qué va a hacer con los recursos y el poder que tiene. Ojalá que no sea más guerra, pues el país se cansó de eso.

 

*Miembro Fundador

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