Por: Daniel Albarracín

Como anotaba Calr Von Clausewitz “La guerra es la continuación de la política por otros medios”, frase muy cierta especialmente en Colombia. Pues la imposibilidad de asumir vías democráticas o la frustración de ciertas aspiraciones políticas ha sido, en parte, el justificante para unos y otros de tomar las armas y forzar al cambio institucional. Ya lo hicieron los criollos en la Colonia, los liberales y conservadores en su tiempo, o grupos de campesinos y estudiantes más recientemente.

Y es la participación política uno de los primeros puntos en las negociaciones de paz, no solo en Colombia; pues se reconoce en los alzados en armas un estatus beligerante y un proyecto político. En Angola el acuerdo le permitió a UNITA 70 congresistas, 4 ministros y 2 embajadas. En El Salvador se amplió el número de congresistas favoreciendo la elección del FMLN. En Irlanda el proceso de paz permitió constituir un partido político. Y en Nepal, las negociaciones permitieron realizar un Asamblea Constituyente y el PCN obtuvo mayorías.

En Colombia también se tiene experiencias al respecto, siendo la Unión Patriótica y la AD-M19 los más importantes. La UP, como opción política de las FARC-EP tras los Acuerdos de la Uribe en 1985 logró importantes avances electorales en sus primeras participación a nivel local y al congreso. Sin embargo el accionar paramilitar y la complicidad institucional permitieron llevar a cabo el denominado “Baile Rojo”. Actos por los cuales Colombia esta siendo juzgada en la CIDH. Por su parte la AD-M19 como partido político resultado de los Acuerdos en 1990, permitió su participación en la Asamblea Nacional Constituyente a pesar del asesinato de su candidato presidencial y líder político Carlos Pizarro; trágico desenlace que sufrieron por la época otros candidatos presidenciales de la UP y el Partido Liberal.

Para teóricos como Deonandad, Close y Prevost (2007) y Villagra (2013), la posibilidad de una adaptación exitosa de los grupos guerrilleros en partidos políticos está marcada especialmente por factores externos ajustados de la confrontación, así como de la negociación del fin del conflicto armado, las garantías de seguridad y participación, las dinámicas del sistema político-electoral y la agenda política como tal. Adaptación exitosa lograda en países como Nicaragua, El Salvador o Uruguay.

En ese sentido, el partido de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), tiene posibilidades de una adaptación exitosa en tanto se pueda superar las raíces del conflicto armado por vías democráticas; es decir, el cumplimiento de los Acuerdos de Paz. El ajuste del sistema político-electoral que facilite su participación (curules preferenciales) y las garantías de seguridad (de sus bases y líderes). La agenda política –ideología- será tema para otra columna.

Sin embargo, el pobre cumplimiento de los Acuerdos como en el tema de los PDET o los PINIS, la falta de reformas políticas como las Circunscripciones Especiales de Paz y, sobretodo, la falta de garantías de seguridad para excombatientes recuerda la historia de la UP y la AD-M19. A la fecha, 7 de Julio, se cuenta con un registro de 215 exmiembros de las FARC-EP asesinados; con casos tan sonados como los de Dimar Torres a manos de miembros de Ejército.

Esta falta de garantías y el incumplimiento de los Acuerdos, han sido argumentos que han justificado la constitución de disidencias, o la retoma de armas, por Iván Márquez, El Paisa, Santrich entre otros. Elementos ampliamente desarrollados, en el libro “La Segunda Márquetalia” del exjefe negociador, ahora en “las montañas de Colombia”.

Si bien la presencia de miembros de la antigua guerrilla en el Congreso puede generar molestia e indignación a muchos, el truncar las posibilidades de asegurar la participación política de la FARC y la apertura democrática que representan implica un mensaje muy negativo. Sobre todo para un país que no termina de superar la combinación de armas y política, ni los factores estructurales que facilitan esta combinación.

El defender la vía electoral democrática de la FARC no es defender su pasado o su línea política, sino apostarle a un sistema plural donde las diferencias políticas no justifican la muerte de nadie, es pretender que por vía del diálogo se puede lograr muchas más cosas a un menor costo. Y sobre todo es la mejor apuesta para la construcción de paz y reconciliación.

 

*Miembro Dirección de Construcción de Paz

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