El centro: el valor de las ideas

El centro: el valor de las ideas

Por: Daniel Quiroga, María Paz Martínez y Valeria Donado

Nos juntamos 3 politólogos de diferentes edades, especialidades y orígenes. Una barranquillera, una caleña y un bogotano a hacernos una pregunta que varios afirman últimamente, ¿El centro existe?  

Ante esta inquietud decidimos escribir este texto para explicarle a nuestros lectores porque el Centro existe. Debemos empezar afirmando, que es triste oír a colegas discutiendo si hay o no espacio para el centro dentro de la teoría política. Se lo espera de políticos que buscan deslegitimar candidatos que no se radicalizan como parte de una estrategia electoral, pero no a quienes estudian la teoría política. Aquellos que sólo ven izquierda y derecha sufren de algo que se podría denominar “ceguera dogmática”. Esta impide ver los matices ideológicos existentes. 

Cuando nos remitimos a la ideología política, debemos hacer referencia al lugar donde se sentaban las distintas facciones durante la Asamblea Nacional Constituyente en la Revolución Francesa. Desde ahí el mundo ha evolucionado. Hoy las causas y los derechos son otros y sin duda, los problemas nacionales e individuales también lo son. Ante estos nuevos retos, ¿insistimos en decir que todo debe ser blanco y negro? NO, el mundo está lleno de matices. 

El espectro político no es más que una forma de ordenar gráficamente a los grupos y facciones con respecto a ejes conceptuales. Desde hace muchos años se ha venido replanteando la idea de un espectro político unidimensional (derecha-izquierda) y se han adoptado formas que muestren mejor la complejidad de la realidad. Por eso, hoy vemos espectros que tienen distintos ejes y dimensiones en los que los conceptos de los ejes son el grado de libertad positiva/libertad negativa, el grado de urbanidad/ruralidad o el grado de multiculturalismo/nacionalismo. 

No existe un solo espectro político y estos se transformarán de acuerdo con los debates que se den en las sociedades y los clivajes que surjan. Existe gran diversidad de ideas, por lo que parece ingenuo intentar catalogarlo todo en los conceptos de derecha o izquierda. Al final más allá de los conceptos teóricos lo importante son las personas, sus ideas y sus valores.

La incapacidad de los conceptos como “izquierda” o “derecha” para explicar y solucionar problemas cotidianos hace que personas alrededor del mundo busquen más que una ideología para sentirse representados. En Colombia un gran número de personas han venido consolidando el centro. Este centro tendrá tendencias de derecha o de izquierda y sin duda puede también tener diferentes preferencias.

Actualmente, los sectores que se autodenominan de derecha y de izquierda atacan al centro diciendo que no existe, pero en época electoral son los votantes de centro, a los que intentan conquistar para ganar el poder. El centro no existe para los ciegos dogmáticos. Hasta que les es útil. 

Ningún candidato podrá ganar la presidencia en Colombia sin el centro. Se vio claro en las elecciones pasadas que por miedo a la derecha hubo votantes de centro que migraron a la izquierda. Lo mismo pasó a la inversa y el miedo a la izquierda hizo a muchos votar por el candidato de derecha. Esta polarización trae réditos políticos para los extremos quienes buscan generar nuevamente este fenómeno. Sin embargo, es cada vez más claro que los colombianos pertenecen al centro como lo indica la última encuesta de Cifras y Conceptos que afirma que el 53% de los colombianos se consideran de centro, el 23% de izquierda y el 24% de derecha.  

Colombia no es el único que pasa por este debate. La política del señalamiento y no de las propuestas es un virus incluso peor que la pandemia que hemos vivido este año. A medida que pasan los años, olvidamos como durante el siglo XX las ideologías radicales llevaron al mundo a un peligroso punto de difícil retorno. 

Hoy vemos como esas ideologías renacen en Europa y Estados Unidos e impulsan un discurso basado en los estigmas y no en las ideas. Quienes tanto critican al centro es porque basan su política en el señalamiento del otro y terminan por deteriorar el tejido social de sus países, yendo en contra del pluralismo, la diversidad y la inclusión. 

Hay un gran problema con las personas que llegan al poder con estas tendencias tan marcadas: cuando gobiernan están más preocupados por mantener felices a su base y no “traicionarlos”, en vez de gobernar para todo un país. Es difícil ver en Colombia a alguien que gane la presidencia en una primera vuelta, lo que implica que no tendrá un amplio mandato y que quienes lo eligieron en una segunda vuelta lo hacen por consensos. Es ahí el primer error de los políticos, algo que ha sufrido el actual presidente Duque. Creyó que los 10 millones de votos eran de él y ha gobernado para una facción del país, no para la nación. Los problemas del país no son de derecha o izquierda y muchos no nos sentimos representados en los extremos, sus visiones y formas de ver el mundo.

Como sociedad debemos darnos la oportunidad que el centro exista y que sea una alternativa para terminar con la polarización en Colombia. Debemos cuidar que esta oportunidad pueda existir en un país en donde las ideas de centro todavía están en construcción, pero que aporta a la cultura política e incentiva los debates que nuestro país debe dar bajo la premisa de los argumentos y el respeto. 

No podemos permitir que los grupos radicalizados que han vivido de la polarización nos priven de la oportunidad de darle un giro político a nuestro país. Ellos tienen razones para querer evitar la consolidación del centro. En la reciente encuesta de Invamer, los candidatos de centro representan el 43% de la intención de voto en el país para el 2022 y cuando las encuestas únicamente proponen tres candidatos, el centro logra entre el 36% y el 45% de la intención de voto. El centro existe, y puede llevarse las próximas elecciones presidenciales. 

Más que comenzar la campaña de 2022, debemos saber leer al electorado colombiano. Es la tarea de todos quienes participamos en el ejercicio democrático continuar trabajando por una ciudadanía informada y consciente y entender que, entre menos creamos en el centro, más espacio tiene la polarización. 

Quisiéramos terminar esta columna con la reflexión del debate que Colombia merece: un debate que no se base en el discurso del odio, sino en la construcción de las ideas. Un debate que no excluya, sino que invite a la ciudadanía a involucrarse y participar. Un debate donde los políticos no saquen provecho de la demagogia y no desconozcan otras fuerzas. Un debate donde se impongan los argumentos. El deber de construir el centro es nuestro, no dejemos que lo destruyan.

*Daniel Quiroga-Director de Asuntos Públicos y Buen Gobierno

*María Paz Martínez-Subdirectora de Comunicación Política

*Valeria Donado-Columnista Invitada

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Una conversación entre convencidos

Por: María Paz Martínez Vega*

@marypaz317

Las técnicas de persuasión, tradicionalmente utilizadas en el marketing, han encontrado su punto máximo gracias a la tecnología y la era digital. Desde que se comenzó a utilizar el Internet como medio de distribución de contenidos publicitario, se han desarrollado estrategias de segmentación más eficaces y eficientes capaces de llegar a audiencias más específicas casi hasta individualizarnos.

Todos los días recibimos toneladas de información, sin embargo, de lo que no somos conscientes es que esta ya pasó por un filtro diseñado para que veamos exactamente lo que deseamos consumir. La hipersegmentación de la que somos objeto dejó de ser una simple herramienta de marketing y se convirtió un instrumento para construir filtros que deciden qué leemos en internet y, en muchas ocasiones, qué pensamos.

La tecnología y el Internet han permitido sofisticar los instrumentos con los que segmentamos. En esta época de algoritmos y Big Data se puede conocer los hábitos de consumo de las personas y construir productos y comunicación para grupos o individuos con intereses específicos.

Esta situación de “marketing hecho a la medida” parece ser el sueño de las compañías que ven en ella la oportunidad de llevar sus productos a esos grupos que realmente están interesados en ellos. No obstante, el panorama es muy distinto cuando estos productos son ideas y estas solo son llevadas a aquellos que las comparten. Esto hace que los temas y las discusiones en torno a ellos quedan encerrados en una burbuja y nunca llegan al debate público.

Para Eli Pariser, autor del libro “The Filter Bubble”, la burbuja de filtros es “ese universo que nos envuelve al realizar nuestras búsquedas, como resultado de la personalización y de los mecanismos de los algoritmos, que seleccionan los resultados según la información previamente proporcionada por el usuario”.

Para el autor esto ocasiona una burbuja cultural e ideológica que nos impide aprender puntos de vista diferentes y nos adoctrina con nuestras propias ideas. Parece irónico que internet, un lugar que usualmente es visto como un espacio diverso y que democratiza la información, termine convirtiéndose en una celda para sus usuarios.

Consumir únicamente aquellas ideas en las que nos sentimos cómodos y que solo nos acercan a quienes se parecen a nosotros puede tener efectos negativos para la sociedad. Los beneficios de la hipersegmentación son cuestionados cuando nos damos cuenta de que esta herramienta puede eliminar la deliberación en la democracia ¿A dónde se va el sentido público de la comunicación cuando es una comunicación hecha a nuestra medida?

Cuando las personas se convierten solo en consumidoras de información, y no en participantes del debate, es cuando algunos grupos comienzan a autoaislarse del resto de la sociedad. Cuando la tecnología nos induce a utilizar tantos filtros, inconscientemente entramos en una burbuja donde quedamos encerrados con nuestros propios pensamientos y prejuicios.

Esta hiperindividualización hace que no se les exija a los usuarios tener un pensamiento social y colectivo. Además, que el intercambio de ideas y la discusión de estas para intentar llegar a un debate se vea reducido a una conversación entre convencidos.

Esto último hace que surja una gran pregunta ¿la tecnología llevará a la democracia a convertirse en un diálogo entre convencidos? A pesar de no tener una respuesta clara, sí se puede afirmar esto solo sucederá si los usuarios lo permiten. La democracia por definición necesita un intercambio de pensamientos por lo que no se puede culpar únicamente a la tecnología.

La hipersegmentación y la burbuja de filtros son amenazas para la democracia solo si los ciudadanos/usuarios no se comprometen con salir de ella y comienzan a buscar información, constatar datos y confrontar sus ideas con diferentes personas. 

*Subdirectora de Comunicación Política del Tanque de Pensamiento Al Centro.