Ep. 28 Paro Nacional: análisis de la situación

Ep. 28 Paro Nacional: análisis de la situación

No más ELN, No más FARC, No más Gobiernos para la Guerra

No más ELN, No más FARC, No más Gobiernos para la Guerra

Por: Jorge Forero, Daniel Albarracín y Carlos Suárez 

“Las comunidades, queremos y exigimos paz, y esperamos que esa paz que ha sido tan ajena, tan esquiva a nosotros, finalmente pueda contribuir para que las generaciones que estamos ahora, las que viene ahora, y las que están por venir, realmente tengan un país tranquilo, con la naturaleza conservada y en armonía como seres humanos”* Luz Mery Panche Chocué, Indígena Nasa de la Amazonía y Directora de Asuntos Indígenas Al Centro. 

En 1964, nacen las FARC y el ELN, las dos insurgencias activas más antiguas de latinoamérica. El contexto convulsionado y polarizado del Frente Nacional, la persecución a las guerrillas liberales y al pueblo conservador que denunciaba Gaitán en su Oración por la Paz, dieron el contexto para que miles de hombres y mujeres tomaran las armas en contra de un Estado, cerrado a la diferencia política. Apenas en 1991, con otro acuerdo de Paz, porque en Colombia, sabemos de esos procesos de negociación y construcción de salidas negociadas al conflicto armado, con la nueva Constitución Política, se enunció un sueño de país progresista y democrático. A 30 años de expedida, sabemos que nuestra Constitución es hermosa en sus letras y principios, pero sigue con muchos vacíos especialmente en la afirmación de los derechos económicos, sociales, políticos, del medio ambiente y los derechos culturales. 

El proceso de Paz que inicia públicamente en 2012, y que finalmente llevo a la firma del Acuerdo de Paz de 2016, es una continuación de las promesas y demandas incumplidas de la Constitución Política. En ese sentido, Colombia es un país pionero al trazarse un Sistema de Justicia, Verdad, Reparación (Punto 5) al ser el primer país que diseña bajo un principio de condicionalidad, donde las víctimas son el eje principal, un diseño de justicia transicional que se compremete a la no repetición del conflicto interno. Además, Colombia se encuentra en un punto clave para la comunidad internacional, pues hemos puesto a prueba un mecanismo idóneo que se compromete a la reparación integral de las victimas y a la puesta en marcha de compromisos ciudadanos para la no repeticion.

Para resaltar, que este acuerdo de paz es el mejor que ha construido la humanidad que cree en los Estados, dado que los procesos de paz son acumulativos, es decir el último es mejor que el anterior y recoge sus experiencias y análisis. Por eso este Acuerdo en específico tiene enfoque de género, mujer, familia y generación, enfoque con pueblos indígenas, campesinos y afrocolombianos, propuestas concretas de desarrollo de políticas públicas como el Plan Marco de Implementación (2017) e instituciones como la Jurisdicción Especial para la Paz, la Comisión de la Verdad y la Unidad de Busqueda de Personas dadas por Desaparecidas, que están siendo un bálsamo de esperanza para los más de 10 millones de víctimas directas de la guerra iniciada en 1964. Para 1 de cada 10 colombianas/os, aunque víctimas somos todas y todos, aún los despojadores de tierras y quienes accionan los fusiles, que tienen que contribuir con la verdad y la reparación para sanar ellos mismos. 

 A 5 años del proceso de implementación de ese histórico Acuerdo, la sociedad colombiana ha cambiado profundamente. Las elecciones presidenciales y regionales  sirven de testigos para demostrar que existe un nuevo electorado, jóven, soñador y esperanzador. La generación de la paz que esta transformando a Colombia, que incluye desde los niños a los ancianos y mayores, ha salido a las calles a defender el Acuerdo, y más allá del Acuerdo. Han salido a las calles a exigir que trascendamos la larga noche de los 500 años de violencias, entre rupturas, dolores y  desplazamientos , sumado a la destrucción de la naturaleza y los megaproyectos que han significado lo que es la guerra en Colombia desde tiempos coloniales.  

Escuchar ese nuevo electorado,y las voces de las nuevas ciudadanías y sus luchas por las diversidades sexuales, de género, de defensa de la naturaleza y los ríos y los páramos le da sentido a nuestro momento histórico. Claramente le están diciendo al Estado Colombiano, que cumpla con lo acordado para construir paz, que se tiene que modificar y que los gobiernos pro-guerra, no dan más en el país, ni el mundo. Ahí en el vecindario esta también los caso s de Tump y Bolsonaro, claramente impopulares por su corte dictatorial.

Por eso las elecciones de 2022 van a retomar y profundizar la agenda de paz y para nuestra fortuna completaremos 10 años, mambeando y empujado la paz con justicia social y ambiental en Colombia. También claramente en las marchas, centros de pensamiento, en la prensa alternativa y la masiva, en las universidades, ek sector productivo, los obreros y las desempleadas donde esa generación de paz estamos impulsando el fin de la guerra en Colombia, le estamos exigiendo junto con las comunidades en los territorios que no vamos a permitir más guerra, ni más destrucción de la naturaleza, ni más privatización de lo público.

Le decimos con contundencia a los narcotráficantes, a las FARC y sus “disicencias”, al ELN y los que todavía se llaman EPL, al Ejército de Nacional y la Policía, que no vamos a darle un centrímeto más a la narrativa y prácticas de la violencia y la guerra en Colombia. Que su tiempo señores de la guerra ya pasó! Y que Ven-Seremos Paz!, y no una paz que niegue los conflictos, naturales al ser humanos y la naturaleza como díce Estanislao Zuleta, sino que parafraseando al maestro “Somos un pueblo escéptico de la guerra y maduro para el conflicto, somos es un pueblo también maduro para la paz”.  

* COMO VA EL ACUERDO DE PAZ, EL CAPITULO ETNICO Y SU IMPLEMENTACIÓN Informe Luz Mery Panche Chocué Vocera Nacional IEANPE, CENPAZ y CONPI https://m.youtube.com/watch?v=nfvxpE7jUTU 

*Dirección de Construcción de Paz

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No más ELN, No más FARC, No más Gobiernos para la Guerra

A 4 años del Acuerdo de la Habana, la agenda política que esperanza a Colombia: es la Paz.

Por: Jorge Forero

“Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz” Estanislao Zuleta

El camino para la construcción de paz en los 200 años de vida republicana en Colombia se encuentra atravesado por el anhelo tropical del consolidar un Estado-Nación, que bien podría ser plurinacional como se viene construyendo en Bolivia, por la gran diversidad étnica, territorial y de pueblos que existe en el país. Los contenidos del Acuerdo de Paz que culminaron en 2016, reflejan los límites de la democracia colombiana y la incapacidad de las élites de hacer cumplir la Constitución Política que rige el país, derivada precisamente de otro acuerdo de Paz en Colombia, el que se dio en su momento con el M19, el Quintín Lame y parte del EPL.

Del ultimo conflicto armado, el que derivó de violencia bipartidista y los límites a la consolidación de la agenda democrática de corte socialista liberal que inspiraba Jorge Eliecer Gaitán y la posterior conformación de las guerrillas de las FARC-EP y el ELN , aún no nos recuperamos. Que hace 4 años por una pequeña diferencia el plebiscito sobre el Acuerdo de Paz de la Habana se hubiera perdido en medio de una campaña de mentiras, temor y desprestigio de lo acordado, liderada por el hoy partido de gobierno y del jefe de estado, reflejó los miedos de millones de colombianas/as a pensar, sentir y soñar que la paz sí es posible. La gran lección la dieron las víctimas y los territorios más afectados por la guerra que masívamente votaron por el Sí, empujando la esperanza.

Ahora bien, el impulso que se dio a seguir con lo acordado, luego de las movilizaciones masivas a nivel nacional e internacional, incluyendo la de las nuevas ciudadanías, los movimiento sociales, la comunidad internacional y especialmente la de jóvenes soñadores con otra Colombia posible, fue fundamental. También lo fue la decisión política de incluir las propuestas de modificaciones de quienes se abanderaron la victoria del NO en el plebiscito, y que derivo en la firma del Acuerdo Final de Paz del 24 de noviembre de 2016 en Bogotá.

Este hecho político a favor de limitar la narrativa de la guerra, de volver a hablar de paz y de impulsar una mirada integral a los territorios más afectados por la guerra, de parar los fusiles y humanizar los rostros de los alzados en armas, de los hospitales militares libres de amputados y heridos de guerra y de la tranquilidad de sus familias, inspiro en los primeros 2 años de la firma muchos cambios. Las elecciones de 2018 al Congreso demostraron apertura política con la elección de una importante bancada multipartidista a favor de la agenda de paz, así como las presidenciales disputaron una alternativa a las élites, que finalmente juntaron sus maquinarias con la elección de Duque. Luego las elecciones regionales de 2019 consolidaron esa mirada hacia una agenda de paz con justicia social y en las más importantes ciudades capitales y en varios departamentos y alcaldías, ganaron candidaturas alternativas.

Si bien, la agenda para la implementación que firmó Santos estaba ya débil y no se construyeron bases sólidas, en especial en materia de financiación y de nueva arquitectura institucional para la paz, claramente con la llegada de Duque y el Uribismo la implementación de lo acordado quedó aún más desfinanciada y sin prioridad. La incapacidad de Duque de resolver la violencia en los territorios más afectados por la guerra, su agenda ultra conservadora y el tratamiento a la diferencia política y la protesta social, tiene el anhelo de paz en su peor momento. 

Inspira sin embargo, la gran movilización social y popular a favor de la implementación de lo acordado en 2016, de más y mejor educación como las del 21N del año pasado, de la MINGA y el encuentro con nuestra identidad indígena, campesina, negra, manifestaciones que han dejado un mensaje de cambio sembrado. Es importante la solidaridad y rechazo de la muerte de los líderes sociales por parte de los medios masivos de comunicación, que va haciendo posible salir de la fiesta de la narrativa de la guerra, y alegran los ojos bien abiertos y exigencia al cumplimiento de lo acordado del Sistema de Naciones Unidas incluyendo su Consejo de Seguridad y de todas las embajadas en el país. Inspira el trabajo de la Comisión de la Verdad, de la Justicia Especial para la Paz y de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por desaparecidas, que a pesar de los ataques, esta haciendo un trabajo con y para las víctimas. Pequeños grandes pasos para la reconciliación del país, y poder pensar la construcción de paz como horizonte de país, más allá de los acuerdos o de quienes los firmaron. 

Para las elecciones presidenciales y de congreso de 2022, la paz seguirá en la agenda, será protagonista hablar del cumplimiento de lo acordado en 2016 y de sentar en la mesa al ELN y otros actores armados y para fortuna de la espiral del tiempo, completaremos entonces una década hablando de fin del conflicto armado, aquella que empezó con el inicio de las conversaciones en la Habana con las FARC-EP. El camino es aún largo como lo ha sido el anhelo de paz en el país, pero convencidos hay que decir que estamos mejor que hace una década y mucho más conscientes que hace 2 décadas dónde ante el fracaso de la paz de Pastrana y Marulanda, el país eligió con pasión el fin de la guerra, con más guerra. 

*Director de Construcción de Paz

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“En este momento hay una oportunidad histórica y profunda de construir paz en Colombia”

“En este momento hay una oportunidad histórica y profunda de construir paz en Colombia”

Como respuesta a la crisis del COVID-19 el ELN anunció un cese armado bilateral. Nuestro director de Construcción de Paz, Jorge Forero, discute sobre esta importante decisión y realiza algunas recomendaciones que cree el Gobierno debería plantear para la construcción de paz en el país.

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Al Centro: una confluencia para sentipensar el país desde diferentes orillas

Por: Carlos Orlas y Jorge Andrés Forero-González

Colombia, como país de regiones, tiene una deuda histórica con sus comunidades que pasa por no escuchar las múltiples voces de los actores sociales en los territorios. En el caso de la construcción de paz territorial en el marco del posacuerdo con las FARC-EP,  se abre una posbilidad de saldar esa brecha, en lo que Sergio Jaramillo denominó Paz Territorial y que inspira el punto 1 y 4 del Acuerdo Finali. Esto concuerda con lo que Manuel Marulanda nombraba como un muro que separa la ciudad del campo: la exclusión política, el centralismo y la mirada al campo como fuente de materias primas, es decir, un campo sin campesinos. Este escenario, a su vez, exige el necesario acuerdo con el ELN y con los paramilitares de las AGC que han manifestado su interés de somerse al Estado colombiano en la búsqueda de la llamada #PazCompleta. 

En Al Centro se abre la posibilidad de que voces de las regiones confluyamos en un proposito común que es el diálogo social desde diferentes orillas. Principalmente en clave de alimentar el centro de pensamiento y aumentar la masa de información crítica para la toma de decisiones. No hay que ser poder, o estar en el poder, para pensar y actuar sobre la política. Al Centro se perfila, entre otras cosas, como una cantera de ideas para la construcción de paz territorial, en el entendido  que la transición generacional que exige vencer la narrativa de la guerra, piensa la paz más allá de los acuerdos firmados y afronta la incidencia política desde lecturas alternativas y nacidas de los mismos territorios. Para Al Centro aglomera diferentes expresiones de lo político capaces de leer y sentir el país en clave transformadora. 

Ante el rechazo que los partidos políticos y el sistema político colombiano le generan a la ciudadanía en general, es necesario construir plataformas y confluencias que permitan relanzar la política en su sentido genuino, a saber, como el arte de servir. Ya Fals Borda hablando con los pescadores de Bolívar había dado una pista clave para entender la Colombia profunda, y es con lo que llamó el sentipensamiento. Esta postura encara la posibilidad de leer nuestros territorios desde una orilla diferente a la del poder homogenizante y centralizado, generalmente en las voces de expertos que no dialogan con las realidades sociales de las comunidades, y si lo hacen es desde un escritorio en las capitales. 

Por lo anterior es que celebramos el primer encuentro nacional de Al Centro y su voluntad de construir desde la diversidad, desde la amplitud de visiones y con la vocación de juntarnos con esa potencia que es la otredad, una “multitud proliferante” como la llamaba Carlos Enrique Restrepo, filósofo antioqueño (Q.E.P.D). 

i. Los puntos referentes a la Reforma Rural Integral y a la Solución al Problema de Drogas Ilícitas.

*Director y miembro de la Dirección de Construcción de Paz

3 años del Acuerdo de Paz con las FARC-EP: esperanza en movimiento, cambios generacionales y riesgos de volver a la guerra

Por: Jorge Andrés Forero*
@achioteco

Finalmente el 24 de noviembre de 2016 se firmó el Acuerdo Final de Paz entre el Estado Colombiano y las FARC-EP. En un evento sobrio en el teatro Colón de Bogotá y sin la apoteósica fiesta que se vivió en Cartagena una semana antes de la pérdida del plebiscito, se escuchó al unísono un grito de “sí se pudo” por parte de víctimas de la guerra, la comunidad internacional y las partes en la mesa.

La pérdida del plebiscito va a ser el hecho político que ha polarizado su implementación especialmente por las voces del Centro Democrático, que ha abanderado su victoria en las elecciones presidenciales del 2018 y su importante bancada en el congreso en la legitimidad de 50.5% que votó NO al acuerdo de paz de la Habana.

Como lo reconoció hace unos días Juan Carlos Vélez, el director de campaña del comité del NO, se buscó que “la gente saliera verraca a votar”, las fakenews y el fracaso de las encuestas fueron protagonistas, así como el miedo, la falta de pedagogía de lo acordado y un bajo nivel de popularidad de Santos, por su política económica y social, finalmente derrotaron la apuesta por el plebiscito por la paz.

En tres años de la firma del acuerdo, son muchos los balances posibles. Desde lo simbólico y el cambio en la perspectiva electoral, las elecciones presidenciales del 2018 volvieron a tener como protagonista el acuerdo de paz.

En esta elección con el senador Gustavo Petro se dio una votación histórica para un candidato de coalición alternativa y de izquierda que fue superada por la fuerza electoral de Iván Duque quien aglutinó a los partidos y la clase política tradicional y del movimiento cristiano con el aval dominante del Centro Democrático y el liderazgo del expresidente Álvaro Uribe.

Aún más significativo que esta elección fueron los casi 12 millones de votos de la consulta anticorrupción (a semanas de la posesión de Duque), que si bien no alcanzó el umbral demostró un cambio de agenda política que permitió el acuerdo tras superar la narrativa de la guerra.

Que hoy Claudia Lopez, vocera de la consulta, sea alcaldesa de Bogotá, así como el triunfo de sectores no tradicionales en las principales alcaldías y varias gobernaciones del país demuestran los cambios de prioridades de las agendas políticas de las mayorías electorales del país, e incluso de los medios generadores de opinión.

Así como el partido de gobierno perdió en estas elecciones el poder regional, perdieron los partidos tradicionales y líderes importantes de los mismos

quienes se presentaron como independientes, otro elemento importante de cambio.

De los 6 puntos de acuerdo, los más lentos en su implementación han sido la Reforma Rural Integral y de la Solución al Problema de Drogas Ilícitas. No puede desconocerse la importancia de apuestas como los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial, PDET, que puso a soñar y participar más de doscientas mil víctimas de la guerra en 170 municipios priorizados para la implementación del acuerdo.

Por su parte, hay que reconocer la importancia que más de cien mil familias se hayan comprometido con el PNIS Plan Nacional Integral de Sustitución de cultivos de uso ilícito, y haya erradicado de manera voluntaria cerca de 40 mil hectáreas de coca, bajo la premisa de una apuesta integral de política social, económica y de acceso a oportunidades de las familias cocaleras.

Que con Santos y Duque en tres años, no se haya respondido a esas expectativas y que la asistencia técnica no haya llegado a los territorios ha generado una crisis de legitimidad y de confianza en el programa por todas las partes. Este punto es fundamental y ¡hay que seguir insistiendo!

El punto de Participación Política, generó posibilidades como las del estatuto de la oposición que ha dado nuevos elementos para la democracia colombiana y la fortalecen. Que desde las elecciones de 2018, las segundas votaciones en las contiendas hayan accedido a sillas en el congreso de la república y en los consejos y asambleas municipales, generan equilibrios en agenda política. Así mismo se han recibido con interés las réplicas de los partidos de oposición a las alocuciones presidenciales que ha permitido proceso de unidad de bancadas que es un elemento clave para la construcción de la democracia representativa.

Del punto de Fin del Conflicto, surge el partido Fuerza Revolucionaria Alternativa del Común. Con 10 sillas de la ex guerrilla en el Congreso de la República se han dado claros escenarios del cambio de las armas a la política. Esto no es nuevo en la historia del país y ex m de insurgencias como la del M19 han sido protagonistas en la historia reciente de la democracia colombiana.

Sin embargo, que ex integrantes de las FARC-EP estén en el congreso y tengan un partido político ha generado posibilidades para que más de diez mil combatientes y más de diez mil armas que fueron parte de la guerra, salieran del conflicto.

Así mismo que recientemente el presidente Iván Duque haya declarado a 391 municipios libres de minas antipersonales derivadas de este punto del acuerdo, es un logro evidente para la seguridad y visión de futuro de miles de colombianos del mundo rural que ha sido afectado por esta tragedia.

Ha avanzado el país con el punto referente al Sistema de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de no Repetición. Trabajo como el de la Comisión de la Verdad han generado escenarios para el encuentro entre víctimas y

victimarios, e ir a las historias de las violencias y los dolores de la guerra con perspectiva reparadora.

Pese a las críticas a la Justicia Especial para la Paz (JEP), entidad en la cual cada vez más actores, no solo los militares, sino del sector privado y de procesos no cerrados como el de la historia del paramilitarismo en el país, se sumen a su amparo es un hecho político novedoso en la historia de los procesos de paz en el país que avanzan hacia una justicia restaurativa basada en la verdad.

Que esté en marcha una Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas es una esperanza para las víctimas del conflicto armado que siguen esperando respuesta sobre sus seres queridos. La tarea de la reconciliación con acciones concretas para la construcción de paz sigue siendo el desafío generacional de una Colombia herida por la guerra, pero resiliente, alegre y convencida de la apuesta de paz.

Finalmente, en el punto referente a la Implementación y Verificación de lo acordado, hay que resaltar el apoyo al unísono de la comunidad internacional con la agenda política de la implementación de lo acordado. El sistema integral de Naciones Unidas, incluyendo a la Misión del Consejo de Seguridad y de la MAPOEA están en los territorios acompañando los procesos de implementación en especial en lo referente a la reincorporación.

Las misiones diplomáticas y embajadas en el país se suman permanentemente a las iniciativas de paz e instan al Estado Colombiano a la implementación de lo acordado. Que haya instancias que le hacen seguimiento al enfoque de género y étnico de lo acordado ha permitido que políticas importantes para la construcción de paz como el Plan Marco de Implementación incluyan perspectivas étnico territoriales, de género y de mujer, familia y generación. Estas posibilidades de generar agenda política desde la participación de las organizaciones sociales y víctimas de la guerra para la construcción de paz son fundamentales para proyectar el futuro de Colombia.

A tres años de lo acordado, las movilizaciones, el paro y los cacerolazos que iniciaron este 21 de noviembre la agenda de paz sigue siendo protagonista. El rechazo a la muerte de los más de 600 líderes y lideresas sociales, de pueblos indígenas, afros y de campesinos comprometidos con la implementación resuena en las calles.

Las demandas por más y mejor empleo y condiciones de seguridad social en el país han sido escuchadas con más fuerza porque este país sigue derrotando la narrativa de la guerra. Estos cambios son impulsados especialmente por una generación joven crítica y propositiva que sueña a Colombia más allá de los señores de la guerra y condena sus acciones como hechos del pasado.

A tres años de firmado el Acuerdo de Paz, somos y sentimos un país diferente. Rodear la implementación de lo acordado es un punto de partida y un paso de gigante para el porvenir del país. Ahí como generación de paz seguiremos comprometidos, alegres, tercos y soñadores.

*Director de Construcción de Paz del Tanque de Pensamiento AlCentro