El ambiente y territorio también son víctimas del conflicto armado

El ambiente y territorio también son víctimas del conflicto armado

Por: Daniel Albarracín

El pasado 6 de noviembre se conmemoró el día internacional para la prevención de la explotación del medio ambiente y la naturaleza en la guerra y los conflictos armados, conmemoración que se realiza desde el 2001 por cuenta de la Resolución 56/4 de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Adicionalmente en 2016, la Asamblea de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente aprobó la resolución UNEP/EA.2/Res.15, en la que reconoce que unos ecosistemas saludables y unos recursos naturales gestionados de manera sostenible contribuyen a reducir el riesgo de los conflictos armados.

Ciertamente, Colombia no ha sido ajena a la conexión entre el conflicto armado y la explotación del medio ambiente y la naturaleza, y si bien existen ejemplos directos como los cultivos de uso ilícito, la minería ilegal o los atentados a la infraestructura petrolera, la relación va mucho más allá. Se trata de como controlamos, entendemos, y nos apropiamos de nuestros territorios.

Este control y apropiación de nuestros territorios, nos convoca ineludiblemente a tener en cuenta “la lucha por la tierra”. Según el Informe del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) de 2016, “Tierras y conflictos rurales. Historia, políticas agrarias y protagonistas”, la posición institucional frente a la tierra, y su reglamentación, fue algo de poco interés hasta entrado el siglo XX, dado que los grandes propietarios de la tierra eran los mismos políticos y militares en el poder.

Es ciertamente cuando surgen las primeras organizaciones agrarias (como los sindicatos o las ligas agrarias) que se plantea una disputa por la tierra, y con ella la estructura agraria. Sin embargo, sería a finales del siglo XX que la disputa por la tierra y los recursos naturales entre diferentes actores se intensifica. Para comprender estos elementos, acá unos casos ejemplares:

La represa Urra I, en el Alto Sinú, se presentó como un proyecto para el progreso de la región y del gremio ganadero. Sin embargo, la apuesta por controlar el caudal del río Sinú implicó para el pueblo Embera Katío la vulneración de sus derechos a la consulta previa, así como la desaparición, asesinato, y desplazamiento de miembros de la etnia por parte de grupos paramilitares con la justificación de su “accionar contrainsurgente”.

Destaca el caso del líder indígena Kimy Pernia Domico, secuestrado y asesinado por un comando paramilitar en 2001, quien lideraba la lucha contra el proyecto y por la defensa de los derechos territoriales del pueblo Embera Katío. Los impactos ambientales de la represa de Urra I afectaron los ciclos de inundación en el valle del río Sinú y con ello la producción agrícola y piscícola de la región; así como la perdida de tierra cultivable por el espejo de agua de la represa.

Un segundo caso ha sido la explotación de “maderas finas” que se ha vivido en el Chocó biogeográfico, primero por las dinámicas coloniales y más recientemente como una opción de financiamiento de diferentes grupos armados y de ciertos empresarios “de bien”. Cabe destacar el Bloque Elmer Cárdenas de las AUC, liderado por alias “El Alemán”, que facilitó la intervención del Ejército en la Operación Génesis en 1997 (a cargo del Gr Rito Alejo del Rio) y la explotación maderera por parte de Maderas de Darién S.A., filial de Pizano S.A., contraviniendo a las negativas judiciales al respecto.

Tras la desmovilización de las AUC en 2006, la deforestación en el Chocó Biogeográfico se ha mantenido por la prevalencia de diferentes grupos armados (guerrillas y grupos posdesmovilización) y de economías irregulares e ilegales; especialmente la minería. Tan solo en Riosucio (Chocó) se calcula una explotación de maderas finas de 140 mil metros cúbicos por año, lo que se refleja en las 11.457 hectáreas deforestadas en el departamento del Chocó durante el 2019, según cifras del IDEAM.

Estos dos casos, en conjunto, dan luces de la relación que existe entre ciertos grupos armados (como los paramilitares), los intereses de ciertos grupos económicos, y la condición de la naturaleza como víctima, también, del conflicto armado. Los impactos ecológicos de difícil recuperación se suman a las condiciones sociales de pobreza y vulnerabilidad de las comunidades que presiona a realizar prácticas productivas insostenibles, y un modelo económico centrado en el extractivismo.

Reconocer la naturaleza como víctima y como sujeto de derechos, es un paso necesario para plantear una perspectiva integral de nuestros territorios y de nuestro futuro como país. Poder superar las causas estructurales del conflicto social y armado, será un paso fundamental para el desarrollo sostenible y la construcción de una paz con justicia social y ambiental.

*Miembro Dirección de Construcción de Paz y Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible

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El ambiente y territorio también son víctimas del conflicto armado

Reparar las víctimas, un clamor nacional

Por: Deyder Henriquez 

Colombia ha sufrido uno de los conflictos armados más viejos de Latinoamérica y el mundo, que ha significado la aterradora cifra de 9 millones de víctimas de una guerra interna que aún sigue generando daños y afectaciones.

Las víctimas han resistido ante la ausencia del Estado, las amenazas y actos violentos de todo tipo de grupos armados por el control geopolítico del territorio. La resiliencia se ha convertido en el mejor aliado de las comunidades y familias que han vivido hechos victimizantes. Es importante destacar y reconocer el aporte que han hecho las víctimas al tener la voluntad de transformar el dolor en capacidad para perdonar a sus victimarios y así  avanzar en la construcción de paz. Es por ello, que el Estado tiene la responsabilidad inaplazable de proveer todas las condiciones para que las víctimas accedan de manera integral a la verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. 

El 20 de agosto de 2020 la comisión de seguimiento y monitoreo a la Ley 1448, publicó su último informe donde advierte sobre algunos incumplimientos a la ley de víctimas y al acuerdo de paz. Menciona esta comisión que “el esfuerzo fiscal del gobierno nacional es insuficiente para atender el universo de víctimas”, y afirma que se necesitarían 357,4 billones de pesos para dar cumplimiento al conjunto de medidas establecidas en esta normativa. 

En la actualidad, solo han sido indemnizadas 1 millón de víctimas de 9 millones de personas incluidas en el RUV. Además, denuncia la comisión de seguimiento que al ritmo que van las indemnizaciones se van a requerir de 50 años para reparar a todas las víctimas. En materia de reparación colectiva, existen 755 Sujetos de Reparación Colectiva, de los cuales solo 156 tienen Plan Integral de Reparación Colectiva (PIRC) aprobados y solo el 2% ha culminado su implementación. Por otro lado, hay demoras en la restitución de tierras, solo 400.000 hectáreas han sido restituidas de más de 5 millones de hectáreas por restituir a las víctimas. En este tema, es preciso aclarar que la restitución per se no es suficiente, se hace necesario inversión en proyectos productivos y seguridad para crear mínimamente las condiciones para que  las familias puedan desarrollar sus economías y proyectos de vida. 

Es urgente aumentar el presupuesto para reparar la totalidad de las víctimas, resolver las solicitudes de restitución de tierras, cumplir con el acuerdo de paz integralmente, darle voz a las víctimas en el Congreso de la República a través de las circunscripciones de paz, proteger la vida de los líderes sociales, y sobre todo cumplir con las garantías de no repetición.

¿De dónde sacar los 357 billones de pesos?

Miles de colombianos y colombianas guardan las esperanzas de que el gobierno pueda destinar  una gran cantidad de recursos de la guerra para ser invertidos en la Paz y la reparación a las víctimas. Debemos convertir los derechos de las víctimas en un clamor nacional, por lo que es necesario convocarnos a un gran acuerdo nacional sobre la base de que la reparación a las víctimas es una condición necesaria para alcanzar la Paz.

*Miembro Dirección de Construcción de Paz

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El papel de las víctimas, los victimarios y familiares en los procesos de reconciliación

Daniel Albarracín, miembro de la Dirección de Construcción de Paz comparte su nuevo documento.

Descárguelo aquí >> https://www.alcentro.co/wp-content/uploads/2020/09/El-papel-de-las-victimas-victimarios-familias-en-la-reconciliacion.pdf

El-papel-de-las-victimas-victimarios-familias-en-la-reconciliacion

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María Ángela Sálazar: semblanza de una mujer que es como un árbol de mucha sombra.

Por: Carlos Orlas

Primero fue la mujer luchadora y sonriente, la Mamá grande, la Mamá negra en el poema de Jaime Jaramillo Escobar. Luego fue el ser sensble y crítico, vibrando con una obra de La Barca de los Locos, Más y Menos, en la Universidad Eafit en la fase preparatoria de la Comisión de la Verdad. Desde allí, con esa potencia hermanadora del teatro, quedamos de amigos.

Dentro de la Comisión, esta mujer tenía el magnetismo que hace que uno la quiera abrazar, es la memoria de su capacidad para dar y recibir afecto. Inspira mucho la sencillez de su ser anónimo, colectivo y cotidiano.

“Usted sí sabe quién soy yo”

Era afrocolombiana, de Tadó (Chocó), fue miembro de la Junta de Acción Comunal del

Barrio Obrero y del Comité de la Mujer desde 1996 hasta 2006. Su trabajo se concentró principalmente en mejorar los derechos de los trabajadores de las bananeras en Urabá, que incluye alfabetizar a los trabajadores niños y niñas de la ciudad.  Cofundadora de la Casa de la Mujer en Apartadó, formada en 1996.

 

También fue cofundadora de la Asociación de Mujeres de Apartadó en el año 2000 y de la Red de Mujeres de Urabá en 2001. Ha sido representante nacional en la Iniciativa de Mujeres por la Paz (IMP) desde 2001, cofundadora de la Red de Mujeres Públicas en 2005 y en 2006 se posesionó como coordinadora y vocera voluntaria de la Mesa Departamental de Víctimas del Conflicto Armado de Antioquia, en donde se encargó específicamente del trabajo con víctimas en la región del Urabá.

 

También se desempeñó como Coordinadora Política de Antioquia para IMP y voluntaria del Programa de Desarrollo y Paz Córdoba–Urabá–Darién. Ha trabajado por la búsqueda de la paz y la justicia, documentando directamente 550 casos, principalmente de mujeres víctimas de las Autodefensas en Urabá, Córdoba y Chocó. En la Comisión era como un cernidor: integraba lo afro, lo campesino, la mujer rural desde abajo, desde su historicidad concreta, desde su lucha por la dignidad comuntaria.

Esta mujer es el poema

Y así termina el poema de Jaime Jaramillo (1985) con el que le quiero cantar a la Negra Ángela que nos sonríe como un ángel desde el cielo:

Mamá negra era un trozo de cosa dura, untada de risa por fuera.

Mi taita dijo que cuando muriera

iba a hacer una canoa con ella.

Es el poema porque su palabra es una alquimia del verbo, su gesto  amplio como su cuerpo, como su amor, como su gracia. Se nos fue un pilar de la Comisión, un envión a lo periférico de la verdad, lo que está al margen y oculto en medio de lo que Aníbal Quijano llama la colonialidad del poder: la mujer negra, indígena y campesina con su ancestralidad y sus repertorios de resistencias a la dominación capitalista y patriarcal.

Ángela decía con palabra y gesto que la verdad es un hueso al que hay que meterle carne, y esa analogía dice mucho sobre el propósito de su misión en la Comisión: untarla de pueblo y camino y barro y tierra. Si la asociamos a una imagen ella es una tambora dándole ritmo y pálpito al canto negro, mestizo y campesino.

 A la comisionada, que en paz descance, la encontré en Bogotá en marzo, antes del aislamiento por Covid-19, en un encuentro de comisionadas en otros procesos de paz de varios países. Y pensé intuitivamente en su tierra, en que recorría la ciudad tan fresca y encantadora como lo debió ser en su barrio de calles empolvadas, donde murió junto a su gente. Me sorprendió ver el nivel de argumentación que alcanzó en la Comisión, aprendiendo y enseñando, aplicando el ver, oír y sentir del Viaje a Pie de Fernando Gonzáles por la Colombia profunda y sus comunidades. Su sencillez le hacía a uno sentir que la verdad era eso: escuchar a las comunidades con amor, con pasión, con fruición  y responsabilidad histórica.

 La imagen de ella la sigue pintando Escobar (1985) en estos versos del poema Mamá Negra:

Su pescuezo largo para dar gritos de colores con las guacamayas,

para hablar alto entre las vecinas,

para ahogar la pena,

y para besar a su negro, que era alto hasta el techo.

Su pescuezo flexible para mover la cabeza en los bailes,

para reír en las bodas.

Y para lucir la sombrilla y para lucir el habla.

¡Que falta nos haces con esa sonrisa tan basta! También recuerdo esa forma de abrazar tan sanadora, reconociendo siempre en las comunidades su potencia creadora y su capacidad de sembrar paz. Eres ya una estrella que nos mira y nos cuida desde el cielo. Una estrella no, una constelación, ese tejido primordial para enseñarnos a hacer y decir verdad. 

Colombia te extraña, te celebra y te canta en la memoria donde sí que te supiste incrustar. Te amamos Ángela Aire, Ángela Tierra, Ángela Serpiente, India, Negra, Mulata. Tu vida es tu obra y por eso estas letras a manera de homenaje que perdure en los rincones de cada territorio que pisaste y en ese intrincado terreno de la memoria colectiva.

*Miembro Dirección de Construcción de Paz

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El ambiente y territorio también son víctimas del conflicto armado

La verdad y la justicia, un campo de batalla

Por: Daniel Albarracín

 

«La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad», es una frase atribuida al senador Hiran Johnson en 1917 o al dramaturgo griego Esquilo hace 2.500 años. Y en Colombia, dicha frase aplica para tiempos de guerra y parece que también para el post-Acuerdo. En tanto la verdad, y de la mano la justicia –transicional-, la reparación y la no repetición siguen siendo objetivo de quienes les incomoda el actual proceso para la construcción de paz con justicia social.

Para entender esta situación y lo que ha sucedido últimamente, permítanme recorren un poco de historia que nos dé un contexto al respecto, para adentrarnos en las dificultades para la implementación del Punto 5 de Víctima y como tal del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SIVJRNR) con sus dos instituciones clave como la Justicia Especial para la Paz (JEP), la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad (CEV) y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD).

Entonces, si bien han existido ciertas prácticas culturales que regulan los conflictos y establecido rutas para su resolución es con las confrontaciones de los siglos XIX y XX, que la comunidad internacional toma una posición al respecto por medio del Derecho Internacional Humanitario (DIH), en prima instancia. Serían las Naciones Unidas, entre otras organizaciones internacionales, la que se encamine a hacer posible la paz, con desarrollo y el goce efectivo de los Derechos Humanos.

Los tribunales de justicia han tomado relevancia desde Nuremberg con el Estatuto de Roma en 1997 y la Corte Penal Internacional (no confundir con la Corte Internacional de Justicia), que promueven la implementación de mecanismos de justicia transicional que eviten la impunidad y procuren por la verdad. Esto mecanismos pueden tener un complemento extrajudicial, como las Comisiones de la Verdad (de Esclarecimiento o Históricas) que aporten al entendimiento de las causas, dinámicas, actores e implicaciones de los diferentes conflictos (como Sudafrica, El Salvador, Brasil, Perú, etc.)[1].

Por otro lado, las experiencias nacionales sobre el entendimiento del conflicto, desde la academia o la institucionalidad, se siguen realizando en medio del conflicto armado y social; por lo cual una u otra aproximación puede tener cierto sesgo. Y es que no es para menos, la disputa por cómo se registra una situación histórica, más un conflicto como el colombiano, implica profundizar en ciertas interpretaciones dejando de lado otras. Esta profundización debe apuntar a resignificar a las víctimas y dar claridades a la sociedad sobre los casos más significativos.

En Colombia, esta disputa se ha profundizado con la implementación del SIVJRNR y el inicio del gobierno Duque en 2018. Con frases como “volver trizas ese maldito papel que llaman el Acuerdo Final…” o “acaso vamos a permanecer contemplativos frente a una institucionalidad ilegítima originada en unos acuerdos ilegítimos…”[2] de figuras de los partidos de Gobierno, o trinos como “Es que la JEP es la “espada de Damocles” de las guerrillas y sus amigotes contra las Fuerzas Militares de Colombia” del actual Director del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH)[3], se evidencia una oposición a instituciones judiciales (JEP) y extrajudiciales (CEV y UBPD) fundamentales para la construcción de Paz.

El Centro Democrático, con Duque como presidente, ha procurado cumplir con estas banderas de campaña. Lo cual se refleja en que para el 2020, según el portal PACIFISTA[4] la inversión a los diferentes proyectos del Acuerdo es tan solo del 0.8% del PIB, siendo que el compromiso estaba sobre el 10%. Así mismo en el Plan Nacional de Desarrollo (2018-2022), el tema de paz quedo por fuera de las 10 prioridades de inversión. Por otro lado, Alejandro Rodríguez advirtió en 2019 sobre la reducción del presupuesto para la ANT y la ART instituciones fundamentales para el cumplimiento del primer punto[5] de Acuerdo.

En ese sentido, el informe del Instituto Kroc[6] en relación al avance de punto 5 (Víctimas), en el que está la JEP y la CEV, tan solo se han completado el 21% de las disposiciones y el 29% no se han iniciado[7]. Lo cual implica un rezago en el cumplimiento a las víctimas núcleo de los Acuerdos y una apropiación por parte de ciertos sectores políticos para fines electorales.

Pero esta disputa también se da en redes sociales, como Twitter, en dónde según el trabajo de Valeria Cortés (periodista de El Espectador) sobre los bots contra la JEP, “Solo el 5 % de los usuarios produjeron contenido original, el 95 % restante se dedicaron a propagar el mensaje de esta minoría”[8]. Pero la Comisión de la Verdad, también ha sido objeto de calumnias por parte diferentes personalidades, entre ellas el exministro de defensa Juan Carlos Pinzón con acusaciones como que “mayoría de comisionados registran afinidad ideológica o nexos con grupos armados”; sin aportar prueba alguna.

Y ante la solicitud de rectificación por parte de la Comisión, el exministro profundizó en sus ataques a la falta de representatividad, desconociendo el proceso que realizó el comité de escogencia compuesto por designados de la Corte Suprema de Justicia, el secretario general de Naciones Unidas, de las Universidades, del Tribunal Europea de DDHH y el Centro Internacional para la Justicia Transicional[9]. Y no siendo suficiente con las calumnias del exministro, una periodista de la Revista Semana definió la ideología de los comisionados como de izquierda por defender los DDHH[10] (minuto 7:10).

Vale anotar que ante las difamaciones del Exministro y de algunos grupos políticos, se han dado muestras de apoyo y respaldo de víctimas y organizaciones, por destacar una de ella la que hizo la Comisión Interétnica de la Verdad del Pacífico-CIVP, que articula a más de 30 organizaciones étnico-territoriales de pueblos indígenas y afrocolombianos, a favor la JEP y la CEV.

La construcción de paz implica reconocer las causas históricas del conflicto, sus actores y dinámicas, así como el compromiso de los victimarios (institucionales y extra-institucionales

 

[1][1] Se destaca el caso brasileño puesto que al informe de una Comisión no oficial, sobre las violaciones de Derechos Humanos durante la dictadura, que se tituló “Brasil nunca mais” las Fuerzas Militares presentaron su informe Brasil Siempre buscando “justificar su accionar”. (Millan, 2014).

[2] https://www.youtube.com/watch?v=vIRJK2d84-8

[3] https://cuestionpublica.com/trinos-dario-acevedo-director-centro-memoria-historica/

[4] https://pacifista.tv/notas/presupuesto-2020-duque-recursos-paz-implementacion-acuerdo/

[5] http://blogs.eltiempo.com/no-hay-derecho/2019/10/11/una-paz-austera/

[6] Instituto de la Universidad de Notre Dame que hace un segimiento al proceso de implementación del Acuerdo Final

[7] http://peaceaccords.nd.edu/wp-content/uploads/2020/06/200630-Informe-4-final.pdf

[8] https://www.elespectador.com/colombia2020/justicia/jep/hay-una-bodeguita-uribista-contra-la-jep/

[9] https://www.comitedeescogencia.com/#

[10] https://twitter.com/RevistaSemana/status/1283835033422372865

*Miembro Dirección de Contrucción de Paz

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Ruralidad, calidad educativa y reclutamiento forzado

Ruralidad, calidad educativa y reclutamiento forzado

Por: Juanita Peñuela Cadavid

La pandemia por la que actualmente está atravesando el mundo ha puesto en evidencia las realidades de inequidad en distintas esferas de la sociedad. Una de ellas ha sido en la educación, especialmente debido a las dificultades de acceso y conectividad de miles de niños, niñas y adolescentes (NNA) que viven en zonas rurales o cascos urbanos periféricos en el territorio colombiano. Sumado a ello, en el país las dificultades para alcanzar a esta población se profundizan debido a las constantes y cambiantes dinámicas del conflicto armado interno que no ha entrado en cuarentena.

Es necesario aclarar que si bien Colombia ha sido testigo de más de un acuerdo de paz[1] el conflicto armado interno permanece en las regiones, con distintas dinámicas y reconfiguración de actores. Como lo expresa el Centro Nacional de Memoria Histórica, en su documento ¡Basta Ya! Memorias de guerra y dignidad, “desentrañar las lógicas de la violencia contra la población civil es desentrañar también lógicas más amplias de la guerra: el control del territorio y el despojo de tierras (…) la victimización de las comunidades ha sido un objetivo en si mismo, pero también ha sido parte de designios criminales más amplios de los actores de la guerra” (pp. 15)

Por lo anterior, las declaraciones de la senadora Sandra Ramírez sobre las cuales afirma que las FARC-EP no reclutaron menores desconocen el contexto del país y no reconocen a las víctimas ni la realidad de los NNA del campo colombiano. Además, sin mencionar que, en su caso, el ingreso a las FARC-EP fue a la edad de 17 años[2]. Según cifras de la Defensoría del Pueblo, un 87,5% de los departamentos del país presentan alertas de riesgo por reclutamiento de menores [3]. Además, el Registro Único de Víctimas reconoció que desde 1985, la cifra de menores reclutados por grupos armados ilegales es de un poco más de ocho mil menores, una realidad alarmante que no da tregua, pues cifras entregadas por la Coalición contra la vinculación de niñas, niños y jóvenes al conflicto armado en Colombia (COALICO) confirman que solo en el 2019 el número de menores reclutados ascendió a los doscientos.

Entonces, ¿por qué hablar de reclutamiento de menores a la luz de la calidad educativa? Mucho se ha hablado respecto al derecho a la educación en Colombia y hoy se habla sobre la necesidad de llegar con dispositivos y conectividad a quienes no tienen acceso a las clases virtuales que en sus instituciones educativas se han venido adelantando por la situación de emergencia sanitaria que se vive en el país. Y aunque resulta necesario llegar a estas regiones con conectividad, este tipo de medidas deben realizarse dentro del contexto y la realidad en la que viven los NNA que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad en el país.

Las realidades del campo colombiano y de cascos urbanos pequeños o ubicados en límites periféricos contrastan con las de las grandes urbes. Las primeras se caracterizan por ser espacios profundamente impactados por la desigualdad social fruto de la violencia estructural del país y a su vez por dinámicas del conflicto armado interno como desplazamiento forzado, confinamiento y reclutamiento a menores. Ello, dificulta el acceso a servicios cobijados dentro de los derechos fundamentales como el de la educación. De ahí, que iniciativas como el proyecto de Escuelas Radiofónicas adelantada por la Acción Cultural Popular (ACPO) a finales de la década de los 40 en Boyacá sea tan representativa, pues puso en la opinión pública la precariedad educativa en estas zonas del país.

Y aun así, no dejan de surgir interrogantes como ¿por qué los menores están “disponibles” para el reclutamiento? ¿Por qué las cifras que han logrado obtener organismos como COALICO o las llegan a los cientos de niños reclutados en tan solo un año? ¿Cuáles son las condiciones socio-económicas bajo las cuales viven los NNA que terminan enlistados en estos grupos? ¿Podría la educación de calidad contribuir a mitigar el reclutamiento de menores en las regiones rurales y cascos urbanos periféricos de Colombia?

Si bien no se puede desconocer que históricamente las escuelas y su comunidad educativa (especialmente profesores y estudiantes) se han visto afectado por dinámicas propias de la violencia directa como afectaciones físicas y fuego cruzado, generando las condiciones para el desplazamiento forzado y el reclutamiento de menores, no se puede desconocer el potencial que esta tiene como espacio físico y comunitario para la construcción de paz local y el empoderamiento de agentes fundamentales para la misma como lo son los NNA.

Vale la pena analizar casos internacionales como los de Ruanda y Sierra Leona que nos dan indicios sobre como las políticas para el posconflicto le apostaron a calidad educativa (formación docente, estructura curricular y pedagogías contextualizadas) que tuviera en cuenta los contextos locales y los impactos que el conflicto había tenido en cada uno de ellos para contribuir a mitigar las dinámicas violentas. Partieron del reconociendo de la educación como una herramienta de transformación de realidades sociales como la violencia estructural que alimenta los conflictos armados de estos países, así como el colombiano.

Por ejemplo, en Ruanda trabajaron con “4R’s”[4]: redistribución, reconocimiento, reconciliación y representación; cuatro aspectos que le permitieron al Ministerio de Educación diseñar su marco conceptual y teórico para adelantar reformas educativas contextualizadas y tendientes hacia la construcción de paz. Así, la educación rural trascendió del marco curricular académico, no porque este fuera menos importante, sino porque entendieron que debe ir de la mano de una priorización de la agencia del profesorado y los estudiantes, así como de la verdad y la reconciliación como elementos de calidad educativa fundamentales.

Es por esto que las declaraciones de la senadora Ramírez no pueden ser tomadas a la ligera, en especial por las denuncias recientemente realizadas por El Espectador sobre el silencio de los grupos armados ilegales frente al reclutamiento, pese a ser una práctica aún recurrente en el país. Más aún cuando en el artículo 2 del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y duradera se expresa que “los delitos de lesa humanidad (…) la sustracción de menores, el desplazamiento forzado, además del reclutamiento de menores, de conformidad con lo establecido en el Estatuto de Roma” no serán objeto de amnistía o indulto.

Por eso, cuando en el país se habla de mejorar la calidad educativa y se menciona que esta es un derecho de los NNA, no se debe olvidar que este servicio debe estar contextualizado dentro de un marco de posconflicto en medio de un conflicto aún vigente. Se debe entender como una herramienta que tiene el potencial de contribuir a mitigar algunas de las violencias estructurales que llevan a que los NNA terminen en manos de grupos armados ilegales, casi como si no tuvieran otra opción.

 

 

[1] M19 en 1990, en 1991 con el Ejército Popular de Liberación (EPL) y el Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL), en 1994 con la Corriente de Renovación Socialista (CRS) y el Frente Francisco Garnica de la Coordinadora Guerrillera, en el 2005 con las Autodefensas Unidas de Colombia y en el 2016 con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP), entre otros.

[2] Al respecto, es importante aclarar que la Corte Constitucional, mediante el auto 251 de 2008 afirmó que jurídicamente la voluntad del menor para el caso del reclutamiento es inexistente, razón por la cual se define como víctima del delito en mención.

[3] Prevención del reclutamiento de niños, niñas y adolescentes. Análisis de la política pública con enfoque étnico. Defensoría del Pueblo

[4] Para más información ver: https://pdfs.semanticscholar.org/3499/e1cffebaa75e899d465d99a1c087c33bcfea.pdf

*Miembro Dirección de Construcción de Paz

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