Nov 13, 2019 | Columnas de Opinión, Ernesto Forero, Temático Departamento de Magdalena
Por: Ernesto Forero*
@ErnestoForero
El homo sapiens había poblado África oriental hace 150.000 años; sin embargo, solo hace unos 70.000 años fue que empezaron a invadir el resto del planeta Tierra y llevar a la extinción a otras especies humanas. ¿Por qué?
En la respuesta a esta pregunta puede estar el secreto para garantizar que una población disímil y compleja, como la de cualquier ciudad o departamento de nuestro país, trabaje en aras de un propósito común. Y cómo la cultura puede contribuir a la conquista de dicho propósito. El profesor Yuval Noah Harari, autor del libro Sapiens: De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad, atribuye este logro del homo sapiens a una revolución en las capacidades cognitivas, en virtud de la cual aparecieron nuevas maneras de pensar y comunicarse. Harari aduce que esta revolución cognitiva fue el resultado de mutaciones genéticas accidentales que cambiaron las conexiones internas del cerebro de los sapiens, lo cual denominó poéticamente “la mutación del árbol del saber”.
Lo novedoso del nuevo lenguaje (y disculpen la tautología) fue su capacidad para combinar un número limitado de sonidos y señales para producir un número infinito de frases, cada una con significado distinto, lo cual permitió comunicar una cantidad de información sobre el mundo que nos rodea. El profesor Harari lo ilustra con el siguiente ejemplo: un mono puede gritar a su manada ¡cuidado! ¡un león!; sin embargo, un humano está en la capacidad de comunicar a sus congéneres que esta mañana, cerca de la orilla del río, vio un león que seguía un rebaño de ovejas, y después describir su ubicación exacta, incluidas las indicaciones para llegar al lugar. Con esta información, los miembros de su grupo pueden deliberar y decidir si se acercan al río y ahuyentan al león o aprovechan la oportunidad para cazar las ovejas.
La característica realmente única de este nuevo lenguaje no es la capacidad de transmitir información sobre lo que vemos, sobre ovejas y leones, sino la capacidad de transmitir información acerca de cosas que no vemos, o mejor, que no existen en el mundo material. Leyendas, mitos, dioses y religiones aparecieron por primera vez con la revolución cognitiva. A partir de entonces, la ficción ha permitido al humano no solo imaginar cosas, sino hacerlo de manera colectiva, lo cual ha permitido a su vez que los humanos cooperen efectivamente en gran número sobre la base de un imaginario colectivo. Esta es la razón por la que los sapiens dominan el mundo.
Con fundamento en la anterior, el profesor Harari sostiene que cualquier cooperación humana a gran escala (un estado moderno, una iglesia medieval, una ciudad antigua o una tribu arcaica) está establecida sobre mitos o realidades imaginadas comunes que
solo existen en la imaginación colectiva de la gente. Pese a no conocerse, sostiene Harari, dos serbios pueden arriesgar su vida para salvar el uno al otro porque ambos creen en la existencia de la nación serbia, en la patria serbia y en la bandera serbia. Dos abogados pueden, pese a no conocerse, combinar sus esfuerzos para defender a un extraño porque todos creen en la existencia de leyes, justicia y derechos humanos.
Ninguna de las cosas anteriormente dichas existe en el mundo material; no hay naciones, ni derechos humanos, ni leyes, ni justicia fuera de la imaginación común de los seres humanos. Desde la revolución cognitiva, los seres humanos viven una realidad dual. Por un lado, la realidad material de los ríos, árboles y leones; y por el otro, la realidad imaginada de dioses, naciones, instituciones. Lo paradójico, afirma Harari, es que con el tiempo la realidad imaginada se hizo cada vez más poderosa, al punto que en la actualidad la supervivencia de ríos, árboles y leones, depende de la gracia de entidades imaginadas tales como dioses, naciones y corporaciones.
Ahora bien, qué tienen que ver los planteamientos del profesor Yuval Harari con el Tanque de Pensamiento Al Centro.
Desde el Capítulo Magdalena consideramos que la realidad imaginada o el mito del “ser Samario”, en virtud del cual la población está en la capacidad de cooperar efectivamente entre sí, está fracturado, o peor aún, es inexistente. Y esto, siguiendo la lógica de Harari, ha impedido a sus habitantes cooperar en beneficio común, como sucedía con el homo sapiens previo a la mutación del árbol del saber. El mito de “ser Samario” es gaseoso, poroso, y no está bien consolidado, y es precisamente a través de esas fisuras por donde se escapan las oportunidades de un mejor futuro.
En contraste observamos cómo el mito de ser “Barranquillero” o “Paisa”, está mucho mejor estructurado y colectivamente compartido. Nada más basta visitar Barranquilla o Medellín y hablar con sus habitantes para captar los efectos del mito que los hace estar convencidos que son más grandes, mejores, y que todo lo pueden lograr. Esta creencia colectiva de realidades imaginadas ha traído como consecuencia la existencia de una cooperación efectiva entre sus habitantes, que a su vez se ha traducido en un mayor progreso de sus ciudades en comparación con las otras de la misma región e inclusive del mismo país.
La consolidación de un mito o de una realidad imaginada por parte de un colectivo de personas lleva tiempo, y debe partir de puntos comunes. Existen situaciones que contribuyen a la consolidación del mito; por ejemplo, para el caso de Barranquilla el mito del “ser Juniorista” es un integrador muy importante, pues casi que se confunde con el del ser “Barranquillero”. En Medellín la “cultura metro” se interiorizó tanto en la población de la ciudad que es el reflejo casi exacto de lo que representa el mito del “ser Paisa”.
La construcción del mito del “ser Samario” no ha resultado ser tarea sencilla pues sus habitantes han estado expuestos a fenómenos sociales que tienden más a separarlos y atomizarlos que a agruparlos y cohesionarlos. Me refiero, entre otros, a fenómenos como desplazamientos forzados con asentamientos de nuevas poblaciones no autóctonas,
ausencia institucional, violencia, narcotráfico, desprestigio, ausencia de liderazgos positivos.
No obstante, hay un punto que, a pesar de las dificultades sociales y económicas de la población, resulta común a todos los habitantes y es la “cultura”, entendida como el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico o industrial de los habitantes de la región. Si bien se trata en sí misma de una realidad imaginada, de la cultura pueden extraerse elementos que permiten hilvanar el mito “Samario” hasta llegar a su consolidación. Aun sin proponérselo, todos los habitantes de un área geográfica contribuyen de manera inexorable a la conformación de la cultura, la cual es un ente vivo en constante transformación.
La cultura de la región de Santa Marta y el Magdalena se ha alimentado, enriquecido y tiene la fuerza de los antepasados indígenas, de los colonos españoles, de los negros africanos, de la diáspora italiana que se asentó en las márgenes del Río Magdalena, de la colonia libanesa y siria, de la población guajira y santandereana, y más recientemente de la migración venezolana. Es un río conformado por modismos, estética, acentos, gustos, códigos éticos, ideas, imaginario visual, y otros muchos elementos, todos agrupados en un solo cuerpo distinto de los anteriores, que permea a todos los que habitan la región.
Debe ser con fundamento en este conjunto de realidades imaginadas que debe tomarse consciencia de que el mito existe y que toda la población es parte de ese “ser Samario”, lo cual conllevará a una alineación y reconocimiento colectivo de gustos, de intereses, de pilares éticos, de ideas y finalmente de prioridades para sus habitantes. Estas prioridades podrán ser conseguidas como resultado de la cooperación colectiva eficiente, que venza el pensamiento individualista y atávico que ha mantenido a la población estancada en una realidad social y económica de siglos pasados.
*Director Temático para el Departamento del Magdalena.
Nov 11, 2019 | Columnas de Opinión, Cultura Ciudadana, Paulius Yamin
Por: Paulius Yamin*
@Pauliusyamin
En Junio del 2017, dos noticias fueron difundidas en los principales medios de comunicación de Colombia: el Director Nacional Anti-Corrupción de la Fiscalía había sido capturado por acusaciones de corrupción, y el Secretario de Seguridad de Medellín había sido capturado por acusaciones de hacer pactos con bandas criminales para capturar otros criminales.
Estas noticias fueron apliamente difundidas por los medios en Colombia (y varios internacionales) como pocas veces ha sido noticia el trabajo de cientos de miles de servidores públicos que todos los días trabajan en hospitales, escuelas, cuarteles y oficinas para hacer nuestra vida mejor. Pero por más desalentadoras que puedan parecer, también muestran por qué la importancia de la integridad pública va mucho más allá de la pérdida de dinero. La integridad pública es esencial porque está ligada con un factor que puede tener un impacto incluso mayor en el funcionamiento de la democracia: la confianza en el Estado.
La integridad pública, según la OCDE, es seguir valores y normas éticas que privilegian el bien público por encima de los intereses privados. Aumentar la integridad pública y la confianza en el Estado es uno de los desafíos más importantes que enfrenta Colombia hoy en día. De hecho, el 94% de la población considera que la corrupción en el Gobierno es uno de los problemas más graves del país, mientras que en 2018 Colombia ocupó su peor puesto en la historia en el Índice de Percepción de Corrupción (99 entre 180 países). Además, más de la mitad de personas creen que la corrupción ha aumentado en el ultimo año y que el Gobierno no está haciendo un buen trabajo al respecto. Para la muestra la consulta anticorrupción del 2018 que, a pesar de no haber alcanzado el umbral requerido, obtuvo el apoyo de más de 11 millones de ciudadanos, más de los que ese mismo año eligieron a Iván Duque como Presidente. Un año después de la votación, mientras conocemos los detalles de la red de sobornos más grande de la que se tenga noticia en Latinoamércia con los escándalos de Odebrecht, solamente uno de sus 7 puntos ha sido aprobado, mientras que varios no han tenido ni su primer debate.
Las percepciones que las personas tienen sobre elementos clave de la integridad pública como la ineficiencia (despilfarro de recursos públicos), la corrupción (robo de recursos públicos) y la calidad de los servicios que los ciudadanos reciben están estrechamente relacionadas con los niveles de confianza en el Estado. En nuestro país, el 72% de la población dice tener poca o ninguna confianza en el Gobierno Nacional, mientras que el 81% siente lo mismo sobre los jueces, el 87% sobre el Congreso y el 88% sobre los servidores públicos en general.
Fomentar la integridad pública y la confianza en el Estado no sólo es bueno en teoría: también es una buena inversión. Sin ellas, cualquier meta que el Gobierno alcance será eclipsada por el daño social a largo plazo que crean la corrupción y la falta de confianza en el Estado. Aparte de los efectos directos que la corrupción tiene en los derechos humanos de los ciudadanos, estudios han mostrado que los niveles de confianza en el Estado están relacionados con los niveles de pago de impuestos, con las percepciones sobre qué tan justo es el sistema tributario y la legitimidad de las acciones del Estado, con el comportamiento de los mercados económicos y con la eficacia de las políticas públicas (especialmente las que requieren participación y cumplimiento por parte de los ciudadanos).
Pero a pesar de lo que los casos de corrupción publicitados en los medios parecen sugerir, el comportamiento poco ético no es cometido por personas que son intrínsecamente malas o que solamente le temen a fuertes multas o a la cárcel. Investigaciones psicológicas han mostrado que, de hecho, la gran mayoría de personas nos consideramos honestas y buenas en general, pero también usamos frecuentemente justificaciones para romper las reglas y obtener un beneficio (piense en frases como «no tenía otra opción», «lo hice por mis hijos» o «todo el mundo lo hace»). Y como Antanas Mockus ha investigado, las emociones, los principios morales y el deseo de mantener la imagen positiva que los demás tienen de nosotros también importan mucho en nuestro comportamiento, a veces incluso más que el miedo a las multas o a la cárcel.
Por eso, aunque las medidas tradicionales de control y castigo son necesarias, no son suficientes. Como los que hemos trabajado en el servicio público en Colombia (y sospecho que en muchos otros países) reconocemos fácilmente, tener buenas leyes, instrumentos técnicos y sanciones es necesario, pero no siempre garantiza transformaciones reales en las creencias y comportamientos cotidianos de los servidores públicos y los ciudadanos.
Pero si estas medidas no siempre son suficientes, ¿qué más podemos hacer? Varias experiencias prácticas en Colombia y el mundo han comprendido que los cambios sostenibles se crean a partir de movimientos colectivos y no de mandatos impuestos desde arriba, y están tratando de aprovechar los hallazgos de las ciencias psicológicas y del comportamiento para transformar las creencias y compotamientos de los servidores públicos y ciudadanos. Uno de los puntos clave en este sentido es generar transformaciones en los ámbitos en los que los ciudadanos más se relacionan con el Estado, empezando por la forma en que reportamos las actuaciones de los políticos y servidores públicos (que conocemos sobre todo a través de escándalos en los medios de comunicación) y la calidad de los trámites y servicios que reciben los ciudadanos.
Cambiar creencias y comportamientos no es fácil. Pero como mostré en mi anterior columna, tampoco es imposible. Pequeñas iniciativas que no requieren muchos recursos pueden tener un gran impacto, y muchas veces basta con un grupo pequeño de personas que se comprometan con el cambio y con inspirar a otros a que cambien también. En la siguiente entrega de esta columna, presentaré 3 iniciativas locales en las que he trabajado en los últimos años y que a pesar de su escala limitada, muestran ejemplos concretos de cómo instituciones, servidores públicos y ciudadanos pueden generar procesos de acción colectiva para aumentar la integridad pública y la confianza en el Estado en sus ámbitos cotidianos.
*Director de Cultura Ciudadana del Tanque de Pensamiento Al Centro. Investigación de contexto realizada por Lara Geermann .
Oct 15, 2019 | Columnas de Opinión, Juan Pablo Caicedo, Transporte e Infraestructura
Por: Juan Pablo Caicedo *
La campaña a la alcaldía de Bogotá ha tenido tres grandes ejes de discusión: la seguridad, lo ambiental y la visión de los candidatos sobre el futuro de la movilidad. Con la Primera Línea de Metro fuera de la carrera -gracias a la adjudicación que hizo el Distrito en los últimos días- la visión que adoptemos en cuanto al sistema que tenemos -y que queramos tener – es crítica para saber qué ciudad podemos esperar para finales de 2023.
Salvo Hollman Morris, cuya propuesta de echar para atrás la adjudicación del metro no voy a evaluar, los candidatos a la alcaldía proponen dos miradas para el futuro de la movilidad en Bogotá: la primera, defendida por Galán y Uribe, prioriza la ejecución de los proyectos ya estructurados mientras que la segunda, propuesta por López, descarta muchos de esos proyectos con la intención de liberar recursos para financiar la segunda línea del Metro, así como para apostarle a la recuperación de las redes férreas regionales.
Sin perjuicio de la necesidad de empezar a estructurar la segunda línea del metro -contemplada en el POT que se discute en el Concejo y considerada por los tres candidatos dentro de sus planes de gobierno-, creo que tiene más sentido revisar y mejorar los diseños de las troncales ya estructuradas en lugar de, otra vez, empezar de cero a estructurar un modelo de movilidad.
Por supuesto que el escenario ideal sería lograr hacer todas estas obras. La disyuntiva entre el transporte férreo y el sistema de buses es falsa y nociva para el debate público. Se debe seguir trabajando en todos los frentes: la expansión, sofisticación y mejoramiento de la red de TransMilenio, la ampliación de los cables aéreos, y la expansión de nuestra infraestructura férrea -incluyendo las regionales- son obras necesarias para sacar a la ciudad de un atraso que afecta diariamente nuestra calidad de vida y productividad.
Sin embargo, la chequera no da para todo y, teniendo ya los proyectos en el horno, deberíamos dedicar nuestra energía a sacarlos adelante.
El modelo propuesto por Claudia implica aventurarse en una tarea con complejidades técnicas y políticas que exceden esta columna. Menciono tres para ilustrar mi punto: el Distrito no es dueño de las redes férreas que quiere utilizar, ninguna propuesta de tren ligero presentada en el pasado ha demostrado capacidad para absorber la demanda real de la Séptima y se deben gestionar los recursos con la Nación y la Gobernación de Cundinamarca. Todo esto, sin mencionar que dejaría de ejecutar obras estructuradas, con presupuesto y listas para construir: las troncales Séptima, avenida 68 y Ciudad de Cali.
Desde AlCentro hemos defendido una idea sencilla que puede ser vital para la movilidad de la ciudad: la mejor solución a la crisis de TransMilenio es más TransMilenio. Expandir
la red de servicio descongestionará las troncales y permitirá mover más gente de manera más cómoda y eficiente y, aunque esto no debe hacerse de cualquier manera, le tomará menos tiempo a la administración corregir lo necesario de los proyectos actuales que desecharlos y volver a empezar.
Una visión que sea consecuente con el trabajo que ha venido haciendo el Distrito desde hace más de veinte años y que concentre sus esfuerzos en mejorar el diseño de las estaciones, reducir su impacto ambiental, y mejorar la experiencia de servicio traerá muchos frutos muy pronto para la movilidad de la ciudad.
La propuesta de los tranvías de integración regional es bastante interesante para atender el otro gran tema de este próximo cuatrienio: entender a la ciudad como parte de una región. Sin embargo, por diseñarse sobre redes férreas existentes y no sobre los corredores que más lo necesitan, se corre el riesgo de no atraer la cantidad de viajes que requiere en la ciudad.
Sin contar los grandes retos de gobernanza que enfrentarían estos proyectos -quién los va a manejar, operar, financiar y demás-, deben estudiarse más en detalle los efectos que puedan tener sobre el mercado inmobiliario de la región y, sobre todo, la posible expansión de la huella urbana de manera desordenada sobre la sabana. Sin mecanismos institucionales que garanticen una sana convivencia y una planeación de la ciudad-región, estos tranvías pueden incentivar a los constructores a llevarse sus obras a municipios más interesados en el negocio que en la sostenibilidad.
Echar para atrás las troncales ya estructuradas por el Distrito no solo afecta el momentum que genera la adjudicación del Metro, sino que nos devuelve al ciclo eterno de estructuración de proyectos del que nos cuesta tanto salir. La integración regional es importante, pero desatascar el occidente y mejorar la calidad del servicio que tenemos hoy no da espera. Tener mejor transporte dentro de la ciudad nos va a permitir catalizar nuevos desarrollos y mejorar la infraestructura pública como las vías, aceras, ciclorrutas y puentes que necesita con urgencia la ciudad.
Lo que se juega este domingo, en materia de movilidad, va a tener un gran impacto en la calidad de vida de los habitantes de Bogotá. Todas las obras propuestas por estos tres candidatos son necesarias, pero, en este caso, el orden de ejecución también lo es. El próximo alcalde debe comprometerse a entregar una ciudad con estudios, pero, sobre todo, con obras en marcha, mejor conectada y con un mejor sistema TransMilenio. Desechar el trabajo de esta alcaldía por personalismos o vaivenes electorales le puede salir muy caro a la ciudad: cuatro años más de parálisis
- Director de Transporte y Asuntos Urbanos del Tanque de Pensamiento Al Centro.
Oct 11, 2019 | Columnas de Opinión, María Camila Villamizar, Medios de Comunicación y Libertad de Expresión
Por: María Camila Villamizar*
@camivillamizar
Con la salida de Noticias Uno del Canal 1 se pone en riesgo el pluralismo informativo y se prioriza la comercialización de la información, pierde la libertad de prensa, pierde la democracia, pierde el periodismo, perdemos todos.
Reconociendo los retos y oportunidades que han traído los avances tecnológicos, no puede desconocerse el impacto que la televisión nacional sigue teniendo en la vida cotidiana y en la democracia, debido a su relación directa con las libertades de información y comunicación, manteniéndose como el medio de comunicación más importante de cohesión social y de formación e impacto en la opinión pública.
Una verdad política del mundo es que a mayor libertad de expresión, mejor democracia. Y esto es porque la democracia es acerca de las libertades, el derecho a informar y ser informado en pluralidad y diversidad, las libertades de opinión y expresión, el equilibrio de poderes. En este sentido, la transmisión pública y abierta de noticias en televisión y cualquier otro medio masivo de comunicación transciende al interés meramente personal o de ideología. La información libre, plural y diversa sirve como contrapeso a los poderes estatales, a formar ciudadanos críticos con criterio propio, a producir una conversación pública inteligente y libre.
En este contexto, el Estado Colombiano en el 2015 tomó la decisión de ajustar el modelo regulatorio para la adjudicación del Canal 1 para asegurar la continuidad en la prestación del servicio de información y entretenimiento y para fomentar y fortalecer la pluralidad informativa con una propuesta de canal que ofreció un sistema informativo diverso, acorde con nuestro país.
En este año han pasado dos asuntos de relevancia al respecto: uno, la nueva ley TIC que deja en el gobierno de turno la vigilancia y control de la televisión y el fomento de los contenidos, con lo cual se gubernamentaliza el servicio público de televisión; y dos, la noticia de que el Canal 1 haya decidido, con la cancelación de Noticias UNO, en el mejor de los casos, priorizar la comercialización de la información sobre la pluralidad informativa que tanto necesita nuestro país.
La labor investigativa e informativa que ha venido realizando Noticias Uno es fundamental para la democracia, el equilibrio de poderes y la libertad de información y prensa. No es cuestión de creencias o gustos, es un asunto de democracia, de libertades, de país. Por eso, lamento profundamente la triste noticia de la salida de ese noticiero del Canal 1.
Pero como la democracia es la posibilidad de que desde el ciudadano se construyan alegrías públicas, por eso, celebro que los productores de Noticias Uno hayan decido buscar alternativas, reinventarse, innovar y apoyarse en las nuevas tecnologías para seguir adelante. La buena noticia es que más de 8.000 colombianos ya han manifestado su apoyo a la Red Independiente, y estoy segura que este movimiento ciudadano continuará creciendo y seguirá a Noticias Uno y a la Red Independiente a cualquier medio o plataforma desde la cual nos puedan hacer llegar la información.
Y esto es así, porque los colombianos que creemos en la democracia defendemos la libertad de pensar, opinar e informar, porque nos gusta oír diferentes voces, producir una conversación pública inteligente y libre y formar nuestro propio criterio, respetando siempre la opinión de los demás y porque el valor de la información no tiene precio y su impacto va mas allá de la comercialización, su compromiso es con la nación y su democracia.
Lo que sucede hoy con Noticias Uno es un ejemplo de los retos y oportunidades de que tienen los medios de comunicación, y de como las nuevas tecnologías, que han impactado económicamente a los medios tradicionales o de trayectoria, también se han convertido en un aliado para potencializar su voz y establecer nuevos rumbos, nuevos canales de comunicación.
Felicitaciones a la Red Independiente por hacer de la crisis una oportunidad para innovar y reinventarse, les auguro muchos éxitos y los seguiré a donde vayan.
¡A propósito, ya hice mi aporte a Una Vaca Por La Red Independiente! Ya hago parte de la Red Independiente. ¡Los invito a unirse también!
- Directora de medios de comunicación y libertad de expresión del Tanque de Pensamiento Al Centro.
Oct 10, 2019 | Columnas de Opinión, Gestión de Territorios, Sebastián Zapata Callejas
Por: Sebastián Zapata Callejas*
@sebastianzc
Hace más de 10 años comencé mi pregrado de Ciencia Política en la Universidad de Antioquia. Por aquellos días, tal vez la frase que más vueltas dio y ha dado en mi cabeza hasta el día de hoy fue la cita que hizo un profesor que presidía la inducción para nosotros -los nuevos alumnos- que aludía a un asunto simple pero fundamental: “las ideologías limitan el horizonte del saber”.
Después de una década y analizando diversas coyunturas que se pueden pensar desde la politología, las palabras de aquel docente me siguen pareciendo demasiado acertadas para un país de caudillos y de un populismo exacerbado como Colombia.
Tal vez el reciente episodio del llamado a indagatoria del expresidente Álvaro Uribe por parte de la Corte Suprema de Justicia -debido a una presunta manipulación de testigos-, es el mejor ejemplo de cómo los colombianos han dejado consumirse por las ideologías en el ámbito de la política.
Llama en sobre manera la atención cómo los sectores allegados al expresidente han convocado a sus simpatizantes masivamente a las calles en defensa del líder del Centro Democrático, a tal punto de que incluso funcionarios de gobierno se han pronunciado sin disimulo en defensa a ultranza del político antioqueño.
Por su parte, las figuras más sobresalientes de la izquierda declaran la culpabilidad de Uribe por diversos delitos y los ciudadanos anti-uribistas también salen a las calles gritando arengas señalando al exmandatario de asesino, narcotraficante y paramilitar. Todos coinciden en condenarlo culpable, sin tener el fuero para ello y anticipándose a la decisión judicial.
En medio de este horizonte de polarización se imponen en la agenda nacional los personalismos. Por el lado del personalismo de derecha sobresale un caudillo que estuvo 8 años como presidente, mientras que de lado de la izquierda se observa un grupo de figuras que quieren fungir con argumentos irracionales como los mayores contrincantes y críticos de Uribe y del uribismo.
Este panorama es bastante complicado para un país como Colombia, si se tiene presente que ese tipo de confrontaciones políticas enmarcadas por el dogma y los juicios valor, hacen olvidar los verdaderos asuntos por los que deberían preocuparse los colombianos y sus autoridades. Recuérdese que por estos días la creación de empleo brilla por su ausencia, no se han podido incorporar de una manera adecuada a millones de migrantes que están llegando al país, se tiene un régimen dictatorial al otro lado de una de las fronteras, no se ha implementado de manera adecuada lo pactado en el proceso de paz con las FARC- EP, los grupos al margen de la ley y las disidencias de los colectivos subversivos crecen como la espuma, entre otros delicados temas.
En este orden, solo queda por traer a colación de nuevo esas palabras de aquel profesor cuando promulgaba que las ideologías limitan el horizonte del saber, esto porque, lastimosamente, pareciese que millones de colombianos están hoy más ideologizados que nunca, convirtiéndose en miopes en lo que atañe a esas cuestiones que van más allá de lo que promulgan o representan sus líderes o todo poderosos ideólogos.
- Miembro de número de la dirección de gestión de territorios.
Oct 8, 2019 | Columnas de Opinión, Protección Animal, Yira Pérez
Por: Yira Pérez*
@Yperezq15
Miles de turistas arriban todos los días a Cartagena para conocer uno de los destinos más atractivos del mundo, por sus calles coloniales, cargadas de historia y heroísmo.
Pero más allá de los adornos mágicos que una ciudad como Cartagena puede tener, porque sin duda es fantástica, está el paseo en coche, una tradición cultural que muchos consideran como una actividad excepcional, donde pueden recorrer las calles y avenidas de la capital bolivarense, mientras un guía (cochero) les va contando cada aspecto de la independencia de la ciudad que se remonta a 1811, y un frágil caballo va halando con su cuerpo hasta 400 kilos de peso o más, a veces sin haber comido o bebido agua lo suficiente. Sin duda alguna, es maltrato y una violación clara a la ley 1774 del 2016 que estipula que “los animales recibirán protección contra el sufrimiento y el dolor, en especial, el causado directa o indirectamente por los humanos”.
En varias oportunidades se han registrado en noticias las innumerables veces que caballos han caído desplomados en las calles bajo el implacable sol, con notables signos de desnutrición y agotamiento, creando episodios que hablan por sí solos de la falta de políticas institucionales, desvirtuando esta tradición centenaria de Cartagena.
Cerca de 60 coches circulan por la zona colonial y luego de la ardua jornada, una parte de los animales empleados en el recreo del turismo cartagenero se mantiene en corrales improvisados, en un rincón casi desapercibido ubicado en la zona de Chambacú.
Hace un tiempo, un grupo de animalistas logró que la Procuraduría Delegada de Asuntos Ambientales ordenara la suspensión de la actividad de los coches, hasta cuando se garantizaran normas de protección, alimentación e higiene de los establos de los caballos. Así mismo, otra arista del debate es protagonizada por los cocheros, quienes en varias oportunidades han manifestado que la desprotección social afecta tanto a los animales como a los humanos, pero que la prohibición de esta actividad no es la solución, debido a que es el sustento económico de sus familias, y no cuentan con sueldo fijo ni prestaciones sociales.
La Administración distrital puso en vigencia un decreto para regular la actividad y proteger a los equinos de abusos y maltratos e incluso controlar el nuevo horario de servicio de los paseos en coche, que comienzan a las 5:00 de la tarde hasta las 11:00 de la noche, así como la capacitación durante jornadas de sensibilización a algunos tenedores y propietarios de los equinos.
Hago un llamado a las autoridades locales que, a pesar de los esfuerzos por implementar algunas medidas, aún existen vacíos en los lineamientos, por ejemplo, en la adecuación de las pesebreras donde mantienen a los caballos, la movilidad y control en el Centro Histórico. Urge diseñar e implementar una política de fondo, institucional, reglamentada y socializada debidamente que formalice esta actividad turística, pero que además garantice el bienestar y la calidad de vida de los caballos.
Como sociedad tenemos una responsabilidad con los seres vivos que no tienen voz, pero que sienten y sufren como cualquiera de nosotros.
Recuerda: la ley 1774 del 2016 estipula que “los animales recibirán protección contra el sufrimiento y el dolor, en especial, el causado directa o indirectamente por los humanos”.
- Directora de Protección Animal del Tanque de Pensamiento Al Centro.